Bienvenido al blog, aquí encontrarás terapias y alternativas a la medicación para niños hiperactivos. Porque no todos los niños hiperactivos son TDAH.

La finalidad de este blog es dar a conocer mi experiencia como madre, mi día a día alternativo.


Por mucho que mediquemos si el diagnóstico es erróneo, es decir no hay un problema neuronal sino un problema de visión, de oído, de estrés, de alimentación no adecuada o de lateralidad cruzada, lo único que haremos es empeorar a nuestros hijos. Porque el problema de fondo continuará.

Entra, lee, mira, escucha y dame si te apetece tu opinión y sobre todo tus consejos.


jueves, 26 de diciembre de 2013

A la psiquiatría hace tiempo que se le ve el plumero



"A la psiquiatría hace tiempo que se le ve el plumero. Son tantas las enfermedades y trastornos que se describen en sus manuales que hoy en día lo raro es no tener nada. Después de hacer saltar las alarmas al incluir las rabietas en el último Manual de Pediatría DSM (la biblia de los psiquiatras) y después de ver como el gobierno estadounidense declara en un informe que 1 de cada 5 niños tiene un trastorno de la salud mental, cifras que parecen un insulto al sentido común de la población, porque es imposible que tantos niños estén mentalmente enfermos, aparecen unas declaraciones de Leon Eisenberg, el psiquiatra que “descubrió” el TDAH, que no dejan indiferente a nadie que viva o trabaje con niños.

El semanario alemán Der Spiegel, en un artículo en que ponía en relieve el aumento de enfermedades mentales en la población alemana, explicó que Eisenberg dijo, siete meses antes de morir, cuando contaba ya con 87 años, que “el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia”.


Los inicios del TDAH
Los primeros intentos por tratar de explicar que había niños con TDAH sucedieron en 1935. Por aquellos tiempos, los médicos habían tratado por primera vez a niños de primaria con un carácter inquieto y con dificultad para concentrarse en lo que se les pedía, bajo el diagnóstico de síndrome post-encefálico. Fue un intento que no cuajó porque claro, la mayoría de esos niños nunca habían tenido encefalitis.



En los años sesenta apareció el protagonista de nuestra historia, Leon Eisenberg, quien volvió a hablar de dicha enfermedad, pero esta vez con otro nombre, “reacción hipercinética de la infancia”. Bajo dicho diagnóstico pudo tratar a alumnos difíciles, probando diferentes psicofármacos con ellos. Empezó con dextroanfetamina y luego utilizó el metilfenidato, droga con la que consiguió su objetivo y que hoy en día prevalece como tratamiento de elección: los niños enérgicos se transformaban en niños dóciles.



En el año 1968 se incluyó la “reacción hipercinética de la infancia” en el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM) y desde entonces forma parte de dicho manual, sólo que ahora recibe el conocido nombre de Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
El logro de Eisenberg y sus colaboradores fue conseguir que la gente creyera que el TDAH tiene causas genéticas, que es una enfermedad con la que se nace. Él mismo dijo, junto con las palabras en que decía que era una enfermedad inventada, que la idea de que un niño tenga TDAH (entendemos que la idea de que un niño sea muy movido y sea un alumno problemático) desde el nacimiento estaba sobrevalorada. Sin embargo, al conseguir que esto calara en la población y en los padres, el sentimiento de culpa desaparece, los padres se sienten aliviados porque el niño ha nacido así y el tratamiento es menos cuestionable. En 1993 se vendieron en las farmacias alemanas 34 kg de metilfenidato. En el año 2011 se vendieron 1.760 kg.



El conocido psiquiatra, que llegó a hacerse cargo de la gestión del servicio de psiquiatría en el prestigioso Hospital General de Massachusetts en Boston, donde fue reconocido como uno de los más famosos profesionales de la neurología y de la psiquiatría del mundo, decidió confesar la verdad meses antes de morir afectado de un cáncer de próstata, añadiendo que lo que debería hacer un psiquiatra infantil es tratar de determinar las razones psicosociales que pueden producir problemas de conducta. Ver si hay problemas con los padres, si hay discusiones en la familia, si los padres están juntos o separados, si hay problemas con la escuela, si al niño le cuesta adaptarse, por qué le cuesta, etc. A todo esto añadió que, lógicamente, esto lleva un tiempo, un trabajo y acompañado de un suspiro concluyó: “prescribir una pastilla contra el TDAH es mucho más rápido” (a lo que yo añadiría “y mucho más ventajoso para el negocio de la psiquiatría”).

El negocio de la psiquiatría
Como he dicho al principio de la entrada parece que la psiquiatría es un monstruo capaz de llevarse cualquier cosa por delante, con un hambre voraz, que no se detiene y que hará todo lo posible por tratar de conseguir que toda persona sana acabe tomando una u otra medicación para tratar su (no) enfermedad. Se les ve el plumero, y una prueba más de ello es que ya existe la próxima enfermedad que será difundida por toda la infancia: el trastorno bipolar o enfermedad maníaco-depresiva.



Hasta los años noventa era una afección desconocida en los niños. Ahora ya es uno de los diagnósticos más frecuentes en psiquiatría infantil, hasta el punto que las visitas por este trastorno se han multiplicado por 40 en menos de diez años, siendo muchos de los “enfermos” niños de dos y tres años.



Uno de los responsables de la llegada del trastorno bipolar a EE.UU. es el psiquiatra Joseph Biederman, que lleva años haciendo estudios y conferencias sobre el tema y que recibió 1,6 millones de dólares entre el año 2000 y el 2007, procedentes de las farmacéuticas que fabricaron los medicamentos para dicho trastorno, al parecer para dedicarlos a seguir investigando la enfermedad.



Pero esto no es todo. Para conocer el alcance real del negocio de la psiquiatría, para ver hasta qué punto se inventan las enfermedades para luego poder dar los fármacos que ya existen, un estudiorealizado por la psicóloga estadounidense Lisa Cosgrove reveló que, de los 170 miembros del grupo de trabajo del DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), es decir, los que hacen el manual de psiquiatría de referencia mundial, 95 (el 56%) tenía una o más relaciones financieras con las empresas de la Industria Farmacéutica.



¿Existe el TDAH?
Yo no sé si existe o no existe (y eso que el que la inventó dice que no), ni tampoco me toca a mí responder a esta pregunta, sin embargo estoy seguro de que son muchos los niños diagnosticados cuyo único pecado ha sido ser demasiado movidos, o ser demasiado insistentes a la hora de demandar de sus padres un poco más de atención. Ya hace más de dos años ofrecí dos entradas en las que explicaba cómo se diagnostica el TDAH, para que vierais que no existe ninguna prueba diagnóstica de ningún tipo que determine que un niño tiene el mencionado trastorno. Todo se hace en base a la observación y en base al cumplimiento o no de unos criterios o parámetros que los niños normales deben hacer.



Ahora bien, ¿qué es ser normal? Krishnamurti dijo que “no es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”, así que quién sabe, quizás los niños que se rebelan ante el intento de domesticarles, aquellos que no soportan estar sentados escuchando cosas que no les interesan, aquellos que preferirían poder decidir qué hacer en sus vidas en todo momento, aquellos que quieren probarlo todo y no dejarse nada, quizás sean al fin y al cabo los más cuerdos.



No digo que ninguno de estos niños no tengan nada. No digo que no necesiten ayuda, porque es muy probable que muchos de ellos tengan muchos problemas, pero nunca he creído en la existencia de un trastorno que afecte al 10% de los niños y mucho menos he creído en la cura milagrosa del metilfenidato, porque si bien los niños cambian su comportamiento, los problemas que hicieron que el niño funcionara de un modo no aceptado siguen ahí."


lunes, 23 de diciembre de 2013

La Magia de los niños PSICOTERAPIA GUESTALT INFANTIL

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La psicóloga Guadalupe Amescua Villela, del Centro de Estudios e Investigación Guestálticos de Xalapa, Veracruz, se ha entregado a la paciente labor investigativa asistencial del trabajo terapéutico con los niños de diversas edades; ha descubierto la magia oculta en el comportamiento infantil, presente aún en aquellos niños con trastornos emocionales. 

En La magia de los niños, Amescua Villela con un enfoque y una metodología guestáltica, enriquecida con los aportes y experiencias de las corrientes psicoanalítica y humanista en terapia infantil, desarrolla una vasta exposición de la metodología del trabajo psicoterapéutico con niños, valiéndose principalmente del juego.

Los aspectos principales que la autora aborda en su argumentación del tratamiento infantil son, en términos generales, los siguientes: Principios fundamentales de la Psicología de la Guestalt y su expresión en la psicoterapia infantil, principales aportes del psicoanálisis a la terapia infantil, sobre todo de los trabajos de Sigmund Freud y MelanieKlein; aplicaciones de la corriente humanista altratamiento infantil a partir de la propuesta de utilización del juego, realizada por Virginia Axline, quien sigue los postulados de la escuela no directiva fundada por Carl Rogers.


La autora aborda la problemática de la psicoterapiainfantil guestáltica apoyándose, pero sin detenerse ahí, en el camino trazado por Violeta Oaklander, a quien Guadalupe considera "la madre o pionera de la Guestalt infantil". Así, se tratan los aspectos vinculados con el motivo de la asistencia a terapia de los niños, el problema del síntoma y lasprincipales técnicas guestálticas en psicoterapiainfantil, acentuando el papel del juego,la fantasía y el dibujo, así como la dramatización y expresión corporal.


Estas son, entre otras, las premisas que sustentan elanálisis y la estructura del libro, en cuyo desarrollo se resalta la ternura y la sensibilidad que, con independencia del saber profesional, deben estar presentes como reglas directrices, en los contactos terapéuticos con los niños.


De particular interés resulta el abordaje que se hace del juego: la autora demuestra cómo el juego puede convertirse en un medio insustituible en la terapéutica infantil siempre que se utilice de manera apropiada; incluso si se enfoca desde diferentes corrientes teóricas. El juego, desde el prisma de la terapia Guestalt, permite al niño la proyección de su personalidad, la expresión y elaboración de sus conflictos.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Creciendo juntos, Carlos González

"El TDAH se diagnostica con criterios demasiado amplios"
Los beneficios de los psicofármacos a largo plazo son muy discutibles. Es lo que revela la nueva obra sobre crianza infantil escrita por Carlos González.

creciendo juntos. de la infancia a la adolescencia con cariño y r espeto-carlos gonzalez-9788499983370El pediatra Carlos González, referente en temas de lactancia y uno de los máximos exponentes de la crianza con apego en los países hispanohablantes, acaba de publicar un nuevo libro, Creciendo juntos (Temas de Hoy), en el que aborda por primera vez diversos aspectos del desarrollo de los niños desde la etapa preescolar hasta la adolescencia. En sus páginas hace un repaso de cuestiones como los estilos parentales y la autoridad, además de que dedica un capítulo a la hiperactividad, en el que denuncia un "aumento epidémico" de los diagnósticos de trastornos vinculados a esta característica propia de los niños y adolescentes, como es el caso del déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

En España se habla de una tasa de esta patología psiquiátrica de en torno al 6,8 por ciento y, según los estudios que cita el autor, la incidencia de este trastorno se ha llegado a situar hasta por encima del 20 por ciento entre los varones de algunas regiones de Estados Unidos.

A su juicio, esta tendencia va en aumento y la atribuye, en parte, "al entusiasmo de algunos médicos que, no en artículos científicos pero sí en opiniones en la prensa, están abogando por más diagnósticos y más tratamientos", cuando en muchos de los casos se trata de adolescentes inquietos, con conductas propias de su edad.

"Seguramente existen algunos niños en los que la hiperactividad es realmente una enfermedad y algunos de ellos se pueden beneficiar de un tratamiento. Pero pienso que se está diagnosticando y tratando a demasiados niños con criterios demasiado amplios".

En entrevista con Diario Médico ha indicado que la conveniencia de tratar a tantos menores con anfetaminas y otros psicofármacos es muy discutible. "En los estudios a corto plazo con estos medicamentos todo parecen maravillas, pero el único estudio a largo plazo del que se dispone demuestra que el tratamiento no ofrece un beneficio significativo para estos niños".

Considera que esta sobredimensión del TDAH se trata de una "moda" y confía en que en el futuro bajará; "algo similar sucedió con las amigdalectomías hace unas décadas; o con la irradiación del timo en bebés antes de la Segunda Guerra Mundial. La medicina está plagada de ejemplos de este tipo".

Desde su punto de vista, las diferencias abismales que existen entre las cifras de incidencia entre diferentes ciudades o países no reflejan que "en un lugar están mucho más enfermos que en otro" sino más bien la costumbre de los profesionales por diagnosticar, sumado a la demanda de padres y profesores que consideran anormales a los niños que son más nerviosos.

¿Por qué escribió este libro?
Escribo sobre las cosas que me preguntan las madres que vienen a verme y, curiosamente, la adolescencia es un tema que da muchas dudas a los padres de bebés pero pocas a los padres de adolescentes. Muchos de los padres primerizos se pasan el día en la consulta del pediatra preguntando cosas y algunos expresan su temor y ansiedad por el momento en el que sus hijos lleguen a la adolescencia. Piensan "uy, que difícil va a ser esto", pero luego llegan a la adolescencia y normalmente no pasa nada.

¿Qué es lo que más les preocupa a las madres que le visitan?
Básicamente cosas de bebés y de niños pequeños: que el bebé no duerme, que no come, que llora. O que tienen mocos y tos. Y últimamente, a base de insistencia, los pediatras hemos logrado que también les preocupen los percentiles.

¿Están los pediatras preparados para responder a estas cuestiones?
Mi experiencia personal me hace pensar que no, no estamos preparados. Y no es que tengamos que estar preparados para esto. Es que sencillamente no es nuestra profesión.

Pero es lo que más se les pide...
Si, es lo que más se nos pide. Al menos en España, claro. Y creo que nos lo tenemos que replantear. Los padres tienen que darse cuenta de que el médico no es un especialista en crianza y educación de niños y que, en la mayoría de las circunstancias, no se necesita ningún experto para eso. Siempre habrá un pequeño porcentaje de padres con problemas que sí que necesitan a un pediatra o a un psicólogo, pero en general los niños lo único que necesitan son abuelas. Es decir, otra madre con experiencia que asesore a los padres.

Pero en lugar de eso, van a verle...
Muchas madres van muchísimo al pediatra. La fase estrella es "¿es normal?".. ¿es normal que se chupe el dedo?, ¿es normal este granito?, ¿es normal que se muerda las uñitas?, ¿es normal que meta el piesito aquí?... Hay una obsesión con que todo sea normal. Pero por otra parte también los pediatras somos complicados: hacemos un control del niño sano. Y es que, si lo pensamos, no existe un control del adulto sano. Los médicos de familia tienen muy claro que no hay que hacer revisiones a personas sanas y no es que no entre por el seguro, es que se recomienda no hacerlas.

Ahora las revisiones pediátricas se están espaciando.
Quizá más por los recortes que por reflexión. Lógicamente los niños pueden tener enfermedades importantes que es necesario diagnosticar a tiempo y que a veces no dan síntomas, pero a todos los niños cuando nacen se les revisa todo lo que se les tiene que revisar en el hospital. A los pocos días hay que verlos para comprobar que realmente están ganando peso y que no ha pasado alguna cosa desapercibida. También es útil verlos cuando tienen un añito y asegurarse de que su desarrollo psicomotor es adecuado, pero no hacerles una revisión cada mes ni mucho menos.

¿Cuántos hijos tiene?
Tres. Un chico y dos chicas que ya han pasado la adolescencia. Son adultos jóvenes y alguno ya entrando en la mediana edad. Ese es otro de los motivos por los que no quise escribir un libro sobre adolescentes antes, porque siempre es arriesgado escribir sin haber pasado por la experiencia.

¿Qué tipo de padre fue con sus hijos?
Lo hice lo mejor que pude, como todos los padres. O casi todos, porque no hay que olvidar que el maltrato infantil existe. Fui un padre de contar muchos cuentos, de llevar mucho en brazos, de jugar al parchís...

¿Fue un padre del perfil de los que leen sus libros?
Si. En ellos básicamente hablo de lo que he vivido. Si yo escribiese un libro sobre medicina no hablaría de la meningitis porque pasé una, sino porque soy médico y he estudiado la meningitis. Pero sobre la crianza de los hijos no es que yo sepa más por ser médico: da la casualidad de que yo puedo poner "doctor Carlos González" y esto hasta ayuda a vender libros porque la gente dice "esto lo ha escrito un pediatra". Pero la verdad es que lo que escribo no es por ser pediatra, sino por ser padre.

¿Qué tipo de padres tuvo?
Hice un test estándar sobre estilos parentales pensando en mis padres y me salió que eran bastante permisivos. Mis padres no me pegaban, no recuerdo tampoco que nunca me castigaron. Me reñían: "no toques eso", "bájate de ahí", pero jamás recuerdo que me dijeran, "como has hecho esto no irás al parque". Castigos en ese sentido no recuerdo.

En su libro sugiere que hay una tendencia a sobrediagnostiocar el TDHA.
Si. Claramente está subiendo y es que cada día encontramos más médicos entusiastas que, no en artículos científicos pero sí en opiniones en la prensa, están abogando por más diagnósticos y más tratamientos. Seguramente existen algunos niños en los que la hiperactividad es realmente una enfermedad y algunos de ellos se pueden beneficiar de un tratamiento. Pero pienso que se está diagnosticando y tratando a demasiados niños con criterios demasiado amplios.

Que uno de cada cinco varones norteamericano esté diagnosticado de hiperactividad no puede ser. Podemos concluir que algo estamos haciendo mal. O bien hemos creado un problema si realmente los niños están tan mal y el 20 por ciento son hiperactivos, lo que demostraría el fallo completo de nuestra sociedad respecto a la crianza de los niños. Y, si no, y resulta que hay un 3 o un 5 por ciento de hiperactivos y estamos diagnosticado a un 20, significa que nos hemos pasado tres pueblos.

Algo similar sucedió con las amigdalectomías hace unas décadas. Un estudio curioso demostró que de un grupo de niños al que vieron pediatras, operaron a un tercio. De los restantes, otro grupo de pediatras que no sabían que ya estaban seleccionados, operaron a un tercio más y así sucesivamente. La conclusión fue que los médicos les quitaban las amígdalas a uno de cada tres. O la radiación del timo en bebés que se solía hacer de la segunda guerra mundial. La medicina está plagada de ejemplos de este tipo.

¿Vamos de subida en este pico aún?
Yo creo que sí y que tendrá que cambiar en los próximos años. Como la tendencia a tomar psicofármacos y antidepresivos como si fueran una tila...

¿Qué dicen los estudios respecto al tratamiento?
En los estudios a corto plazo con estos medicamentos todo parecen maravillas, pero el único estudio a largo plazo del que se dispone demuestra que el tratamiento no ofrece un beneficio significativo para estos niños.

Además es importante recordar que las anfetaminas y otros psicofármacos tienen efectos adversos, así es que para los niños que realmente tienen un serio problema psiquiátrico o neurológico y necesitan tratamiento, yo espero que salgan cosas mejores.

En su libro habla sobre la autoridad, los premios y castigos...
Existe una creencia irracional muy extendida de que los premios y los castigos son buenas maneras de motivar a la gente.

¿Conductismo?
No es sólo conductismo. Muchas empresas tienen programas de incentivos. De hecho, los primeros estudios que demuestran que los premios son inútiles, y que cito en el libro, vienen del mundo empresarial. Se ha demostrado que los premios no sirven y, además, plantean otros problemas como elegir el premio o el castigo. Tiene que ser algo bueno o algo malo, según sea el caso, si no no sería premio o castigo. En el caso de los niños: si tu hijo recoge la habitación, ¿le vas a dar caramelos?, ¿pero no le acabas de decir que no coma caramelos, porque son malos para los dientes?. Entonces, ¿cuál es el premio?, ¿una caries?.... O al revés, como premio le vas a comprar un libro, ¿no queremos fomentar la lectura entre los niños?. Entonces ¿qué pasa?, ¿al niño que no recoge la habitación no le voy a comprar libros para que no lea y entonces sea más burro que los otros?. El mensaje que se da no es el adecuado, ya que si es una cosa mala se la tengo que limitar a todos. Y si es una cosa buena, se tiene que procurar dársela a todos. Entonces, ¿qué puede ser un premio o un castigo?, si se trata de una cosa sin importancia, tampoco serviría para nada.

¿Qué alternativas existen?
He hablado de este tema en el libro porque me he encontrado con muchos padres que parece que no conciban que hay otra manera. En parte seguramente es porque así los educaron a ellos. Me encontrado alguna vez con madres que me escriben y me dicen cosas parecidas a: "está muy bien eso que dice de que no se debe pegar a los niños" y su hijo tiene ¡un año!. Y preguntan qué pueden hacer... Lo primero que me pregunto es ¿portarse mal un niño de año y medio?. Yo fui a un colegio de curas y ahí me explicaron que hasta los 7 años no cometes pecados y no tienes que confesarte porque no tienes uso de razón. ¿Cómo se puede decir que un niño de año y medio se porta mal cuando incluso la iglesia católica dice que es imposible que se porte mal?.

Por otra parte, ¿cómo puede alguien pensar que la única manera de que una persona haga lo que quieres que haga es pegándole?. No pegas a tu marido ni lo mandas al sillón de pensar. Creo que nos da miedo a veces la simple posibilidad de que el niño desobedezca. Se ve con una especie de terror o pánico: "se va a salir con la suya".

Supongo que es consciente que entorno a sus libros y, en general a la crianza con apego, en los últimos años se ha polarizado la opinión en seguidores y detractores. ¿Qué siente Carlos González ante este fenómeno?
Cuando veo que ponen cosas en mi boca que yo no he dicho lógicamente me horrorizo. Recuerdo especialmente haberme encontrado una vez algo así como "el calendario de alimentación según Carlos González", con las típicas tonterías de que a los 6 meses y medio se debe introducir la berenjena, pero que sea a la plancha y cosas del estilo. Cuando precisamente he escrito un libro para decir que no hay que hacer esas cosas. Que no se tiene que estar siguiendo un calendario porque no hay ninguna base científica para eso. Pero se ve que algún grupo de seguidoras se habían dedicado a buscar en cualquier sitio si yo alguna vez había hecho alguna referencia o había contestado a alguna madre que me había escrito preguntando cuándo podía introducir el yogurt o el pimiento y después dicen que "Carlos González dice que la pimiento se da a los 8 meses".

Esas cosas me disgustan y, cuanto menos de acuerdo estoy con lo que han dicho, más me horrorizan. Por otra parte están las que sí que dicen lo mismo que digo yo, pero también me da un poco de miedo que la gente lo diga sólo "porque lo he dicho yo". Creo que el argumento no es ese y me preocupa la facilidad con la que la gente recurre a argumentos de autoridad y dice "esto es así porque lo ha dicho Carlos González". Lo que intento en mis libros es aportar pruebas de lo que digo y si en unas cosas doy pruebas y en otras no, es para distinguir lo que es opinión mía y me puedo equivocar como todo el mundo.

Se le ha llegado a acusar de ofender a las madres que no dan el pecho...
Yo en Un regalo para toda la vida (Temas de Hoy) ya escribí que no se debe presionar a las mamás que no dan el pecho. No sé si la gente no sé lee los libros hasta el último capítulo, pero lo puse con todas las letras. Hay gente que es respetuosa solamente porque está en minoría, pero que cuando se siente respaldada por una mayoría se vuelve irrespetuosa.


Aquí te encuentras con los dos lados de la moneda. Por una parte, hay quien se queja de que yo no digo lo que a ellos les gustaría. Alguna vez me han echado en cara que si hablo tan bien de la lactancia materna "vas a hacer que se sientan culpables las madres que dan el biberón". Que si digo que el niño está mejor en casa que en la guardería, "vas a hacer que sientan culpables que han tenido que llevar a su hijo a la guardería"... Bueno y entonces, ¿qué he de decir?, ¿mentiras?. ¿Ahora he de decir que fumar no es malo para que no se sientan mal los fumadores?... Si fumar es malo y tomar sal y grasa es malo. Y dejar al niño llorar es malo y dar lactancia artificial es malo para la salud, yo lo tengo que decir, soy médico y esos son hechos objetivos. Ahora bien, el motivo médico no es el único que hay que tomar en cuenta para tomar una decisión. La persona que me escucha, a la hora de decidir si va a fumar o no, además de saber el motivo médico que yo le he dicho tendrá, otros motivos. Por ejemplo, que le guste fumar. Una persona tiene derecho a elegir fumar porque le gusta aunque sepa que eso produce cáncer. Ahora lo que no voy a hacer yo es decir una mentira y decirle, "mira no te preocupes que no te va a pasar nada". En el caso de la lactancia materna o de la crianza de los hijos hay muchos factores a tomar en cuenta. Cada uno tiene su propia historia personal, sus propias preferencias, su propia condición socioeconómica, laboral, tiene su familia y su familia política y su entorno, lo que le dicen o lo que le dejan de decir, lo que le funciona o al resto de sus amigas les ha funcionado y con eso unas madres hacen unas cosas, otras hacen otras y cada cual intenta hacer lo mejor para su hijo.

Fuente: http://www.diariomedico.com


lunes, 2 de diciembre de 2013

Entrevista a Alice Miller: "Maltratar a los niños produce una sociedad perversa"

Alice Miller realizó sus estudios en Basilea, donde obtuvo en 1953 su doctorado en filosofía. Ejerció su profesión de psicoanalista en Zurich pero la abandonó para consagrarse por completo a la investigación sobre la infancia.
Por medio de sus libros, artículos, folletos y entrevistas nos muestra que maltratar a los niños no sólo produce niños maltratados, desgraciados y perturbados, sino también una sociedad perturbada y perversa. 

Durante los últimos años, Alice Miller ha desarrollado un concepto de terapia que propone a las personas que sufren, confrontarse con su pasado para encontrar la angustia del niño maltratado que fueron, sentirla, y así liberarse. Es el miedo infantil hacia los padres todopoderosos el que empuja al adulto a maltratar a los niños o a aceptar vivir con graves enfermedades, minimizando totalmente la crueldad de sus propios padres. Son numerosas las proposiciones esotéricas y espirituales que prometen la curación pero en realidad, su único objetivo es el de camuflar los terrores vividos durante la infancia.

Su percepción de la vivencia real del niño ya no está ligada con la del psicoanálisis. A su manera de ver, éste permanece de acuerdo con la vieja tradición que acusa a los niños y protege a los padres, tanto en la teoría como en la práctica. Por esta razón, entre otras, Miller ya no es miembro de la Asociación Internacional de Psicoanálisis.

Entrevista a Allice Miller. Pensamiento y práctica terapéutica

¿Por qué muchos expertos rechazan lo que usted escribe?
Mis afirmaciones provocan miedo a algunas personas que las encuentran peligrosas.

¿Qué es lo que les da tanto miedo?
Mis advertencias sobre el maltrato infantil y sus consecuencias. La rabia del niño y otros sentimientos intensos, que debemos temer, son reacciones al daño que nos causaron en la infancia. Hoy sabemos que estas reacciones se producen con mucha frecuencia. El niño se ve obligado a reprimir el recuerdo del daño sufrido, niega el dolor y los hechos para poder sobrevivir, para no tener que morir por ello.

¿Cómo se enfrenta usted al dolor en el proceso terapéutico?
El dolor encierra el camino a la verdad. Si rehusamos aceptar que no nos quisieron siendo niños, nos ahorramos mucho dolor, pero bloqueamos el camino que nos lleva a la verdad. Como adultos, podemos aprender en el marco de una terapia a querer a ese niño que un día fuimos. Si nos liberamos de los sentimientos de culpa. El sentimiento de culpa nos protege de la dolorosa verdad de que el destino nos dio una madre o un padre incapaz de amar. Esto es más doloroso que pensar, bueno, era una buena madre, el problema es que yo era malo. Es importante que el paciente pueda experimentar sus sentimientos y expresarlos verbalmente en el marco de la terapia. Si el paciente sufrió maltrato en la infancia y el terapeuta no rehúsa a creerlo, se abrirán muchas posibilidad para el paciente, siempre que el terapeuta no trate de convencerlo de que debe perdonar. Si lo hace, la terapia será contraproducente. El cliente reprimirá e intentará expulsar su rabia y más adelante la descargará contra sus propios hijos u otros cabezas de turco.

¿Cree usted que cuando nacemos somos como una hoja de papel donde no hay nada escrito?
No, no lo creo. El niño llega al mundo con la historia que ha vivido en el vientre de su madre. Sin embargo, cuando nace es inocente y está dispuesto a amar. La capacidad de amar del niño es mucho mayor que la de los adultos. Esta convicción mía provoca tanto rechazo porque hemos aprendido a proteger a nuestros padres y a culparnos a nosotros mismos de todo cuanto ellos han hecho.

¿De qué manera refleja su forma de escribir estos pensamientos?
Yo intento siempre llegar al niño que existe en el lector y posibilitarle el camino a sus sentimientos. Le proporciono la llave. Quien quiera puede cogerla y abrir una puerta en su interior. O puede decir, no quiero abrir esa puerta; le devuelvo la llave. Cuando tenemos esta llave resulta más sencillo llegar a ese niño que fuimos y aprender de él. Con este niño, la persona aprenderá mucho más que conmigo, porque realmente sólo podemos aprender de las propias experiencias.

¿La terapia puede producir cambios?
Sí, pero sólo cuando nos permite comprender y sentir el dolor que ha sido bloqueado por los sentimientos de culpa. La idea de que "soy culpable de lo que me sucedió" nos bloquea. Existen muchas técnicas irresponsables y perjudiciales que hacen aflorar los sentimientos pero impiden que nos enfrentemos de forma sistemática con el pasado. Algunas técnica dejan al paciente completamente sólo con ese sentimiento de dolor que no es capaz de resolver. Y así, estos pacientes que en la infancia fueron víctimas de abuso y maltrato en la infancia, siguen siéndolo en la terapia. Intentan "ayudarse" a sí mismos tomando drogas, acudiendo a sectas o a gurús o buscando otras formas de negar la realidad y erradicar el dolor. La militancia política puede ser una de estas formas, entre muchas otras.

¿Puede la sociedad aprender el lenguaje de los niños?
Espero que sí. El lenguaje de los niños es realmente muy claro, pero no lo escuchamos. En ocasiones, desde el primer minuto de vida sometemos a los niños a torturas terribles, y no sólo a causa de la tecnología presente en los hospitales. Este maltrato permanece almacenado en el cerebro y puede mantenerse activo durante el resto de la vida. Un niño maltratado por la técnica necesita muy pronto a una persona que lo tome de la mano, lo consuele y le muestre que ya no necesita tener miedo. Sino, podría darse el caso de que el adulto tema durante toda su vida que se reproduzca ese maltrato y experimente el pánico en diversas situaciones sin comprender bien por qué.
Esta persona ha apendido desde el principio que cuando estaba en una situación peligrosa, nadie se preocupó de su sufrimiento. Pero este destino trágico puede evitarse fácilmente si tratamos al recién nacido como un ser en extremo sensible que también es capaz de experimentar emociones. A menudo, el niño llega al mundo después de una larga lucha y no siempre nos damos cuenta de que lo que necesita con urgencia son los brazos reconfortantes de la madre. En lugar de ello, le damos medicamentos, inyecciones y cosas similares, y pensamos que será bueno para él. Sólo porque hace muchos años nosotros experimentamos lo mismo y consideramos que es lo "normal".

¿Qué opina de las formas de violencia más leves como los cachetes, los gritos o la humillación verbal?
La tragedia es que las personas que no fueron maltratadas brutalmente afirman una y otra vez que su educación "estricta" era necesaria. Reclaman el derecho a hacer lo mismo con sus hijos y son terminantemente contrarias a la prohibición de los azotes.
La ignorancia de nuestra sociedad es el resultado de la violencia. Nos pegaron para que fuésemos ciegos. Ahora tenemos que recuperar la capacidad de ver para darles a los niños la oportunidad de crecer con mayor responsabilidad y mayor conocimiento.

¿Cree usted que existe algo denominado "naturaleza humana"? Y si es así, ¿qué características tiene esta naturaleza en su opinión?
Como ya he dicho, considero que todo discurso que se refiera al deseo de muerte, a impulsos destructivos o a una maldad genéticamente programada, constituye sólo una huída de los hechos, con lo cual elegimos con absoluta libertad ser ignorantes. Las personas que prefieren delegar su responsabilidad en una autoridad superior evitan dar testimonios de estos hechos. Quieren que las dejen en paz. Atribuyen a Dios toda virtud; y el mal, al demonio o a la malicia innata de sus hijos. Creen también que se puede cambiar gracias a la disciplina o a la violencia todo aquello que ellos consideran que ha sido predeterminado. ¿Cómo es posible? ¿Se ha visto alguna vez a alguien cuyo carácter destructivo, supuestamente innato, se haya convertido en un carácter bueno y positivo por medio de azotes u otras formas de maltrato?
A pesar de ello, los "científicos" se aferran todavía al mito del "mal innato" y millones de padres siguen pegando a sus hijos convencidos de que les inculcan la virtud a cada golpe. Y lo que están produciendo en su lugar es un niño servil, que quizás no muestre hoy su rabia, más que justificada, pero sin duda la descargará un día sin piedad en otros inocentes. Los únicos que no se verán forzados a transmitir a otros esta herencia de destructividad serán aquellos que ya en la infancia, o más adelante, conozcan a un "testigo con conocimiento" que les ayude sentir la crueldad a la que fueron sometidos, a reconocerla como la que fue y a juzgarla con determinación.
El niño llega al mundo repleto de necesidades. Que estas necesidades se vean satisfechas y que el niño pueda experimentar respeto, protección, cuidados, amor y honestidad depende absolutamente de los padres. Si estas necesidades no se satisfacen y por el contrario, el niño sufre abusos, maltrato o abandono, es comprensible que se convierta en una persona confusa, "mala" o enferma.

La educación religiosa nos enseña a perdonar a aquellos que nos ofenden. ¿Debemos perdonarlos realmente?, ¿Es eso posible?
Es comprensible que queramos perdonar y olvidar para no tener que sentir dolor, pero esta vía no funciona. Más pronto o más tarde nos damos cuenta de que nos hemos equivocado de camino y de que así no solucionaremos nada. Fíjese en la cantidad de sacerdotes pedófilos. Perdonaron a sus padres los abusos sexuales y otros abusos de su autoridad. Y ¿qué hacen ahora? Repiten los "pecados" de sus padres, precisamente porque se los han perdonado. Si hubiesen juzgado de forma consciente los hechos reales, no se habrían visto forzados a hacerles lo mismo a otros niños, abusando de ellos, confundiéndolos y condenándolos al silencio. Las religiones tienen mucha influencia sobre nuestra forma de pensar y pueden empujarnos al autoengaño de muchas y diferentes maneras. Pero no tienen ninguna influencia sobre nuestro cuerpo, que conoce con exactitud nuestras emociones más intensas e insiste en que sean respetadas.

"Pensar en positivo" es tan perjudicial como los preceptos religiosos que exigen de nosotros que perdonemos y queramos a aquellos que nos odian. ¿Qué opina de estos consejos de autoayuda?
Tiene toda la razón. "Pensar en positivo" no es en modo alguno un remedio, porque constituye una forma de autoengaño, una huida de la verdad. No nos puede ayudar, porque nuestro cuerpo conoce mejor la realidad.

Siempre que he querido hablar sobre aspectos espantosos de mi infancia, me he topado con el rechazo de personas que me advertían que todo tiene un lado bueno y un lado malo, que debería concentrarme en las cosas bonitas de la vida y adoptar una actitud positiva. Tal argumentación encuentra algo valioso incluso en el abuso. ¿Cómo reacciona usted cuando alguien relativiza el tema de tal forma?
La mayoría de las veces, esta forma de pensar se aprende en la infancia, cuando es necesaria porque forma parte de nuestra estrategia de supervivencia. Todos los niños quieren vivir, incluso un niño que crece junto a unos padres monstruosos, por eso tiene que creer a toda costa que aquello que ha padecido no constituye toda la verdad. Y naturalmente, hay momentos en los que su violento padre parece cambiar, lo lleva de pesca, por ejemplo, y por unos momentos el niño se siente querido. Cuando después lo maltrate tendrá, al fin y al cabo, un buen recuerdo de cuando fueron a pescar. Logramos sobrevivir a nuestra infancia de esta forma y la mayoría de personas intentan vivir sólo con estos recuerdos "positivos", reprimiendo los negativos. Sin embargo, yo creo que, como adultos, disponemos de la capacidad de valorar los hechos con madurez y comprender que no nos enfrentamos ya a un peligro de muerte. Podemos permitirnos ser conscientes de que, por la razón que fuese, nuestros padres no podían querernos si nos convertían tan a menudo en víctimas, sin preocuparse de nuestros sentimientos, de nuestro dolor o de nuestro futuro.

¿Cómo definiría usted el abuso?
Para mí abuso significa que una persona utilice a otra para todo cuanto quiere de ella y de la manera que más le conviene. Le exige todo sin pedirle su consentimiento, sin respetar su voluntad, sus necesidad o sus intereses. Es muy fácil hacer esto con los niños, porque los niños quieren y necesitan a sus padres, confían en ellos y no pueden darse cuenta de que alguien está abusando de ellos y aprovechándose de su amor. Especialmente cuando se ven obligados desde el principio a ignorar sus sentimientos. Así, una niña seguirá a su vecino, que le ha prometido darle chocolate, al sótano, aunque quizás al hacerlo se sienta incómoda. Pero si desde el principio de su vida ha aprendido que sus sentimientos no son importantes y que tiene que obedecer a los adultos, aunque sienta algo de resistencia por su parte, seguirá al vecino. Y quizás sufrirá toda su vida en las relaciones con los hombres, porque no habrá llegado a ser consciente de esta experiencia de su infancia. Si lo hace, correrá menos riesgos de ser víctima de una violación o de otros abusos sexuales.

Generalmente las personas prefieren negar que han sufrido abusos. ¿Interpreta usted el asma, las tendencias suicidas, los trastornos alimentarios, el alcoholismo, la drogodependencia o el consumo exagerado de tabaco como pruebas indudables del abuso físico o emocional en la infancia?
Sí, son pruebas de que la persona está negando aquello que ha experimentado. Todas estas enfermedades o adicciones son gritos del cuerpo, que quiere ser escuchado, y que requiere que prestemos atención al padecimiento sufrido en los primeros años. En lugar de escuchar a su cuerpo e intentar comprender sus gritos de socorro, muchas personas huyen y se esconden, por ejemplo en la adicción.

¿Cómo podemos reconciliarnos con nuestro cuerpo, un cuerpo que guarda a veces verdades extremadamente terribles en su interior?
Para empezar debemos dejar de eludir la verdad. Tenemos que comprobar que ser conscientes de la verdad no nos va a matar, sino que es probable que nos proporcione un gran alivio. Si decide no tomar pastillas para el dolor de cabeza, y en lugar de eso, trata de averiguar cuándo tienen lugar estos dolores, qué ha sucedido justo antes, quizás tenga suerte y comprenda por qué el cuerpo utiliza el dolor de cabeza como su lenguaje silencioso. Si presta atención a estos sucesos, comprenderá por qué se siente usted tan miserablemente mal. Puede ser que haya aflorado una emoción dolorosa que desea que usted sea consciente de su existencia. Es probable que reconozca así una solución para su sufrimiento. Y de cualquier modo, comprobará a menudo que para su sorpresa, el dolor de cabeza desaparece sin pastillas. Una vez que haya experimentado un par de veces una similar desaparición espontánea de un síntoma, nadie podrá convencerle ya de que los dolores de cabeza deben combatirse a la fuerza con aspirina. La "droga" impide que usted pueda comprenderse a sí mismo. Sin embargo, comprender esta circunstancia puede tener una importancia fundamental para su salud.

Bibliografía: MILLER, Alice: "Salvar tu vida. La superación del maltrato en la infancia". Tusquets Editores. 2009

Fuente: http://www.terapiapsico-corporal.com/2010/06/entrevista-alice-miller.html