Bienvenido al blog, aquí encontrarás terapias y alternativas a la medicación para niños hiperactivos. Porque no todos los niños hiperactivos son TDAH.

La finalidad de este blog es dar a conocer mi experiencia como madre, mi día a día alternativo.


Por mucho que mediquemos si el diagnóstico es erróneo, es decir no hay un problema neuronal sino un problema de visión, de oído, de estrés, de alimentación no adecuada o de lateralidad cruzada, lo único que haremos es empeorar a nuestros hijos. Porque el problema de fondo continuará.

Entra, lee, mira, escucha y dame si te apetece tu opinión y sobre todo tus consejos.


viernes, 24 de octubre de 2014

Los intereses que hay detrás del diagnóstico del TDAH-Entrevista a Marino Pérez Álvarez

En los últimos años, el estudio sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) ha suscitado una gran controversia. A pesar de la multitud de investigaciones surgidas en torno a este trastorno, sigue sin existir consenso ni claridad en muchos de los aspectos que conforman el TDAH y su abordaje, lo que ha provocado una división en la comunidad científica, clínica y educativa.

Así, mientras que una parte afirma que se trata de un trastorno neurobiológico cuya elevada prevalencia representa un “problema de salud pública”, la otra pone en tela de juicio la existencia misma de la hiperactividad, considerándola como una invención sin base científica parapetada tras la industria farmacéutica, cuya influencia tanto en la elaboración y desarrollo de Guías de Práctica Clínica (especialmente la española), como en el DMS (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) ha sido ampliamente cuestionada.

Para abordar este tema en profundidad, Infocop Online ha querido entrevistar a Marino Pérez Álvarez, psicólogo Especialista en Psicología Clínica y catedrático del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo, que, junto con Fernando García de Vinuesa y Héctor González Pardo, es coautor del Libro “Volviendo a la normalidad. La Invención del TDAH y del Trastorno bipolar infantil”, a través del cual se realiza una amplia reflexión sobre todo lo anteriormente planteado, cuestionándose, entre otras muchas cosas, si la hiperactividad y el Trastorno bipolar infantil son “entidades clínicas o en realidad son problemas normales con los niños o ni siquiera problemas que, sin embargo se patologizan”.


Para introducir el tema, ustedes presentan su obra como una extensión al ámbito infantil de su anterior libro “La invención de los Trastornos Mentales” (González Pardo y Pérez Álvarez, 2007), ¿podría explicarnos el planteamiento de partida de este nuevo libro?

El libro anterior estaba centrado en el ámbito adulto, donde mostramos cómo, por ejemplo, la industria farmacéutica había logrado convertir la timidez de siempre en la categoría diagnóstica de fobia social, había recortado los síntomas más somáticos de la ansiedad para sacar el trastorno de pánico o había lanzado la depresión a niveles epidémicos, todo como estrategia para comercializar ciertos fármacos. Muchos nos preguntaban si algo de esto no estaría ocurriendo también en la infancia, señalando siempre al TDAH.

En páginas iniciales nos hablan del fenómeno de “Mcdonalización de la infancia”, ¿en qué consiste y cómo se relaciona con el TDAH y el Trastorno bipolar infantil?

Es una expresión acuñada por el psiquiatra infantil británico Sami Timimi para referirse a la patologización consistente en diagnosticar y medicar problemas normales que los adultos suelen tener con los niños y los adolescentes, típicamente, problemas de conducta relacionados con la atención y la dedicación a las tareas que “debieran” (de lo que sale el TDAH), así como con los berrinches y cambios de humor (de lo que sacan el trastorno bipolar o “trastorno de la desregulación disruptiva del humor”, como viene en el DSM-5).

A la hora de diagnosticar ambos trastornos, ¿qué papel juegan las clasificaciones diagnósticas, tales como el DSM y el CIE?

Juegan un doble papel, como presunta descripción de entidades diagnósticas ahí dadas y como legitimación para su uso clínico y político (estadístico, criterios para prestación de ayudas, priorización de temáticas de investigación). Sin embargo, tales sistemas de clasificación carecen de validez (discriminativa, predictiva y conceptual), por más que puedan tener fiabilidad. Como bien sabe cualquier psicólogo, la fiabilidad no garantiza que aquello medido sirva para lo que se mide. Esta falta de validez está reconocida por importantes instituciones dentro la propia psiquiatría, entre ellas el Instituto Nacional de Salud Mental de EEUU y la Red de Psiquiatría Crítica que lidera una campaña para la abolición precisamente de esos sistemas, por no hablar de otras instituciones y campañas como la Campaña Internacional Stop DSM de la plataforma A favor de la Psicopatología Clínica, que no Estadística, así como la posición crítica de la Asociación Británica de Psicología con su llamamiento internacional para abandonar definitivamente el modelo de “enfermedad y diagnóstico” en salud mental.

Centrándonos ya en el TDAH, ¿por qué su aceptación está tan generalizada? ¿Realmente es más frecuente de lo que se cree?

Aunque está en entredicho, su aceptación es amplia, si es que no generalizada. Ello se debe a una armonización de intereses, donde el problema vino curiosamente después de la solución. El caso es que el TDAH, como diagnóstico oficial, supone una solución para padres, clínicos, profesores, investigadores, políticos y fabricantes de fármacos. Así, los padres que están desbordados con problemas de atención y actividad de sus hijos, encuentran en el diagnóstico una explicación relativamente “tranquilizadora”, un tratamiento por lo común medicación (como en cualquier enfermedad), así como comprensión, y puede que subvenciones de los laboratorios y del Gobierno. Por su parte, los clínicos “identifican” problemas más frecuentes de lo que se creía (según reza un eslogan) y, en particular, pediatras y psiquiatras dan “soluciones” establecidas y los psicólogos y psicopedagogos se dan a sí mismo estatus al modo médico. Los profesores también encuentran su justificación y “alivio” al saber que tal niño es “un TDAH” y los propios centros escolares también pueden tener su recompensa si reciben ayudas por casos diagnosticados, y estos quedan excluidos de las evaluaciones por las que se mide su nivel. Los investigadores tienen una mina para llevar a cabo estudios con la garantía de encontrar algo en lo que seguir profundizando. Los políticos también encuentran oportunidad para atender necesidades especiales reclamadas por unos y otros. Al final, los fabricantes de los medicamentos son los que se llevan el pastel, con el “trabajo sucio” de la reivindicación y oficialización hecha por otros.

¿Dónde está el problema, si todos ganan? El problema es para los niños, tanto más en la medida en que vivan “dopados” y sin haber aprendido posibles regulaciones de la atención y la actividad en función de contextos y tareas. Eso sí, podrán continuar la carrera TDAH como adultos.

En la actualidad se está extendiendo el diagnóstico de TDAH a los adultos, ¿qué opina a este respecto?

Es una extensión descarada de un “trastorno” típico de la infancia -donde ya carecía de entidad clínica-, para ampliar el mercado de la medicación. Como dice el psiquiatra Allen Frances en su “manifiesto contra los abusos de la psiquiatría” (en “¿Somos todos enfermos mentales?”), este diagnóstico podría convertirse en una moda. Ciertamente, el diagnóstico es muy fácil de hacer y de cumplir. A no ser que uno esté haciendo un cursillo Zen o todo le dé un poco igual, cualquier adulto medianamente atareado, sin siquiera llegar a estresado, difícilmente no puntuará en los ítems como se mide: “¿con qué frecuencia tiene dificultad para acabar los detalles de un proyecto, para ordenar las cosas en una tarea que requiere organización y para recordar citas u obligaciones?” y , “¿con qué frecuencia evita o retrasa tareas que requieren pensar mucho, agita o retuerce la manos o los pies cuando tiene que permanecer sentado mucho tiempo y se siente demasiado activo e impulsado a hacer cosas, como si lo empujase un motor?”.

De nuevo, todos contentos: los propios pacientes que ahora se explican sus problemas, los clínicos como sagaces diagnosticadores dando en el clavo, y la industria que una vez más se las ha industriado para ampliar el mercado. Es interesante reparar, como señalamos en nuestro libro, el trasvase de diagnósticos de la infancia a la vida adulta a cuenta del TDAH, y de la vida adulta a la infancia a cuenta, en este caso, del trastorno bipolar facturado para niños y adolescentes como “trastorno de la desregulación disruptiva del humor”.

En relación con el tratamiento médico, según datos del Informe del Observatorio Europeo de Políticas y Sistemas Sanitarios de la OMS, en los últimos años ha habido un aumento significativo de prescripciones de psicofármacos directamente proporcional al número de diagnósticos de hiperactividad. Sin embargo, los datos señalan claras diferencias entre los países de la Unión Europea, ¿a qué cree que se debe esta disparidad entre países?

Así, por ejemplo, España está en la cabeza del diagnóstico de TDAH y de la correspondiente prescripción de estimulantes, con una tendencia creciente después de la iniciativa del Congreso de los Diputados para dedicarle un día internacional y de su inclusión en la LOMCE, mientras que en Francia apenas existe. En Francia, por las razones que sean, el abuso de los sistemas diagnósticos y del marketing farmacéutico es menor, al menos, en este caso, cosa que supongo estará preocupando a la industria del ramo. Puede deberse a que en Francia los problemas con los niños, por los que en otros países se diagnostica TDAH, están integrados y asumidos en la educación familiar. Puede que, además, la mayor presencia de la tradición psicodinámica prevenga esa tendencia a patologizar los problemas normales. Por su parte, en España, la “conexión” entre la industria (particularmente la compañía Shire, que es la que más preparados tiene en cartera para el TDAH) y la práctica clínica parece ser más fluida, vía Parlamento Europeo (con su libro blanco sobre el TDAH), Congreso de los Diputados, Ley de Educación (LOMCE) y Comunidades Autonómicas particularmente sensibles a estas “necesidades especiales”. Todo ello, seguramente, después de que los políticos fueran influidos por oportunos Planes de Acción promovidos por la propia industria, con la inestimable ayuda de “expertos” y “líderes de opinión”. Al final, pareciera que lo políticamente correcto fuera subirse al carro del TDAH, al margen de lo científicamente correcto que sea y de a qué intereses sirva. ¿Es que los políticos no tienen cosas mejores que hacer, empezando por preocuparse por la patologización de la infancia, en vez de contribuir a ella?


A su juicio, ¿considera que en España se están siguiendo las recomendaciones sanitarias básicas en cuanto a la prescripción de medicación para este trastorno? Y en el resto de países, ¿se están siguiendo las incluidas en las Guías de Práctica Clínica internacionales?

De acuerdo con nuestro planteamiento, según el cual el TDAH no sería más que una etiqueta para ciertos problemas que los adultos tienen con la atención y la actividad de los niños, sin la presunta entidad clínica (ni diagnóstica ni etiológica) ni tampoco medicación específica que se supone, ya la existencia de Guías de Práctica Clínica es presuntuosa, como si hubiera guías, permítase el ejemplo, para “endemoniados”: dando por hecho de que existen, pero reclamando una práctica sensata a fin de evitar el sobrediagnóstico y a la vez asegurar que los casos auténticos no queden sin diagnosticar. Dada la “institucionalización” que ya tiene el TDAH (como diagnóstico oficial, reconocimiento como necesidad educativa especial, profesionales que lo tratan, asociaciones de afectados, etc.), las Guías son necesarias, pero para desenmascarar  los mitos e intereses creados a su costa y resituar el problema en su contexto que no es otro que el del aprendizaje y educación de la atención y la actividad de los niños, seguramente una tarea más difícil de lo que se pensaba, sobre todo, en el mundo de hoy.

Sin negar el problema, su solución no debiera ser a costa de “enfermar” a los niños. En vista de lo visto, habría que cuidar mucho, y todo celo aquí sería poco, acerca de  que las Guías no estén “asesoradas” por expertos con intereses en el diagnóstico, lo que sería como si los lobos hicieran los cercados para las ovejas.

Recientemente, el Gobierno ha hecho pública la intención de actualizar la Guía de Práctica Clínica sobre el TDAH del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad a lo largo de este año 2014. Como experto en el tema, ¿qué cambios introduciría a fin de mejorar la versión actual?

Ante todo, habría que cambiar los “expertos” que asesoren y elaboren la Guía que pudieran tener intereses en “mejorar” la Guía. Cuanto más se parezca la Guía al análisis crítico del Boletín de Información Farmacoterapéutica de Navarra titulado “Atentos al déficit de atención (TDAH): entre la naturaleza incierta y la prescripción hiperactiva”, mejor será. Otra buena guía es la dirigida por el psiquiatra infantil británico Sami Timimi titulada “Mis-Understanding ADHD The complete guide for parents to alternatives to drugs”.

Como ya sabe, la nueva Ley de Educación Española (LOMCE) contempla el TDAH dentro del grupo de niños con Necesidades Educativas Especiales, ¿qué implicaciones tiene su inclusión dentro de la Ley? ¿Cómo se explica usted que se haga mención expresa al TDAH a pesar de la controversia existente por la falta de evidencia científica con respecto a su existencia y que, sin embargo, la LOMCE no contemple expresamente otros como, por ejemplo, los trastornos del Espectro Autista?

Los políticos, empezando por el Parlamento Europeo, el Congreso de los Diputados de España y ahora la LOMCE han tomado cartas en un asunto sub iúdice, decantándose por un lado de la controversia, el que al final resulta insostenible. Dejando aparte su buena intención, los políticos han optado por lo que creen “políticamente correcto”, a expensas de lo que sería científicamente correcto, como mínimo, abstenerse de terciar en un tema que se habría de dirimir en un plano de revisión crítica y, como mejor, preocuparse por la posible patologización de la infancia. Esta decantación se debe, en mi opinión, al poderoso lobby farmacéutico, que supo y pudo influir en las decisiones políticas. Y ahora ahí tienes a los políticos y las políticas haciendo lo que en cierta manera no deja de ser el “trabajo sucio” de la industria, como lo pueda ser la propaganda y oficialización de un diagnóstico sin fundamento del que harán negocio.

En este libro se menciona el concepto de disease mongering o promoción de enfermedades aplicado al TDAH, ¿qué resultados persigue? ¿Cómo se relaciona con las iniciativas anteriores?

La expresión define una estrategia de marketing farmacéutico consistente, efectivamente, en promover enfermedades, tratando de convencer a gente que está esencialmente bien, de que está enferma, y a gente que está algo enferma de que está muy enferma, con el fin de buscar un mercado para un preparado. La expresión fue acuñada en 1992 por la periodista Lynn Payer, especializada en temas médicos,  en su libro “Promotores de enfermedades: lo que hacen los médicos, las compañías farmacéuticas y las aseguradoras para que se sienta usted enfermo.” La expresión tuvo un relanzamiento de parte del también periodista y académico con publicaciones en las principales revistas médicas Ray Moynihan, autor del libro “Vendiendo enfermedades”. Esta estrategia no respeta ni a la infancia, tomada como “nicho” de expansión de medicamentos.

De acuerdo con el título del libro, ¿cómo se puede “volver a la normalidad”? ¿Qué papel puede jugar la Psicología en este sentido?

No es fácil volver a la normalidad, dada la armonía de intereses implicados en la patologización. Pero tampoco es para resignarse, ni conformarse con libros desenmascaradores, por más que necesarios. La posible vuelta a la normalidad tiene varios frentes y niveles. Uno es el desmantelamiento de la “máquina del marketing” que, de acuerdo con Allen Frances, supone entre otras acciones acabar con las campañas de “sensibilización a la población” (so pretexto de concienciación y educación de la gente), acabar con el respaldo financiero por parte de la industria a sociedades de pacientes, así como a organizaciones médicas profesionales y a agencias de investigación y acabar también “con las fiestas, cenas, regalos promocionales y formación médica a doctores o estudiantes de medicina por la industria farmacéutica”.

Hay otro nivel más básico, concerniente a la educación propiamente de la gente, empezando por los niños, en la dirección de promover un sentido de persona que enfatice la fortaleza y capacidad de recuperación en vez de la vulnerabilidad, el desvalimiento y el victimismo. La vuelta a la normalidad pasa por reasumir los problemas de la vida, como tales problemas, en vez de como supuestas enfermedades. El eslogan sería: “más hacerse cargo de la vida que victimarse”. Es de esperar que el consumo inteligente llegue también al afrontamiento de los problemas normales de la vida.

Por su parte, la Psicología tiene un doble papel consistente en desvelar la patologización y predicar con el ejemplo. Si el primer papel lo representan libros como el nuestro, mostrando que los problemas de la vida no por serlo son problemas psicológicos y que los problemas psicológicos no son enfermedades, el segundo se lleva a cabo en la propia práctica profesional. Se refiere, por ejemplo, a la “normalización de los problemas”, como de hecho ya es usual en Psicología, que es tomarlos en serio y, a la vez, situarlos en el contexto de la propia vida como respuestas normales dadas las circunstancias. Se refiere también a la posibilidad de prestar ayuda sin sentirse obligado ni en la necesidad de emitir diagnósticos, definiendo el problema en sus propios términos. Los diagnósticos formales los necesitan los sistemas burocráticos para sus estadísticas, no tanto los propios pacientes, consultantes o usuarios, como no sea para informes y facturaciones. Lo que necesitan los clínicos son evaluaciones, valoraciones, análisis funcionales, “diagnósticos relacionales” y, en definitiva, discernir, distinguir y reconocer, que es lo que significa “diagnosis”. Dentro de esto, acaso bastarían unas cuantas grandes distinciones “clásicas”, no superadas, relativas a problemas neuróticos, psicóticos, del desarrollo y de la personalidad, de acuerdo con Sami Timimi en su entrevista en Infocop (http://www.infocop.es/view_article.asp?id=5225). Los consultantes requieren, a veces, un diagnóstico que, por lo demás, puede ser “tranquilizador” y hasta terapéutico y que el clínico no tendría dificultad en proporcionar e integrar en la ayuda que presta. Un clínico puede ser “ateo” de los diagnósticos y utilizarlos cuando sea requerido, del mismo modo que si fuera ateo propiamente dicho respetaría las creencias religiosas de sus clientes, incluyendo su posible contribución a la ayuda.

Para finalizar, ¿le gustaría añadir algún otro comentario?

No son infrecuentes críticas al TDAH señalando que el problema con él es el posible “sobrediagnóstico”, cuando el problema es, en realidad, su entidad. Se suele señalar también que el TDAH requiere un abordaje “multidisciplinar”, convocando a pediatras, neurólogos, psiquiatras, psicólogos, pedagogos. Por sensato que parezca semejante abordaje, en este caso, no hace sino acumular “datos”, de los que “sacar tajada”. De nuevo, la cuestión es de entidad. No si se diagnostican demasiados “endemoniados”, porque solamente fueran unos pocos los auténticos, sino qué entidad es ésa, qué se quiere decir con esa etiqueta y qué problema refiere.

Fuente: http://www.infocop.es/view_article.asp?id=5324&cat=44


sábado, 13 de septiembre de 2014

Emmi Pikler, moverse en libertad

Emmi Pikler (1902-1984) fue una importante pediatra húngara que dirigió el Instituto metodológico de educación y cuidados de la primera infancia de Budapest (conocido como Instituto Lóczy, hoy llamado Instituto Pikler), fundado para bebés que necesitaban cuidados prolongados lejos de sus familias. Creó un sistema educativo basado en el respeto al niño, en el que el adulto adopta una actitud no intervencionista que favorece el desarrollo. 


LOS CUIDADOS COTIDIANOS EN EL NIÑO PEQUEÑO 
FUNDAMENTALES PARA SU SEGURIDAD AFECTIVA.

El día a día en la vida cotidiana de un niño pequeño, está colmado de detalles: Bañarlo, mudarlo, vestirlo, darle de comer, tomarlo en brazos para transportarlo de un lugar a otro, etc. Todos estos son momentos de una relación muy íntima entre la mamá y el bebé o niño pequeño, ya que está cuerpo a cuerpo con su hijo. Por lo que es de gran importancia que nos detengamos en el cómo de cada una de estas actividades que se pueden volver totalmente mecánicas y rutinarias si no estamos atentos y disponibles a la comunicación con el niño.

Las primeras formas de comunicación con un niño pequeño es la mirada, el tono de nuestra voz, la manera de sostenerlo en nuestros brazos, como lo manipulamos al mudarlo o vestirlo ya que en todas estas acciones lo primero que siente el niño es nuestra actitud al hacerlas, estas actitudes están enlazadas con nuestras emociones que el niño capta rápidamente gracias a que lo primero que se desarrolla en el cerebro del bebé es el sistema límbico, entre otras funciones, encargado de captar las emociones del ambiente.

Si lo tomamos de manera ansiosa y rápida, sin darle tiempo a que se reajuste en nuestros brazos o si al mudarlo estamos distraídos, no lo miramos o no le pedimos su colaboración de manera suave y alegre, o justo cuando está jugando muy concentrado con un objeto interesante, lo tomamos por la espalda rápidamente para llevarlo a comer, por ejemplo, generamos en él gran desconcierto por pasar sin previo aviso de un lugar a otro. Así estaremos  transmitiéndole situaciones cargadas de emociones tensas que no le permiten la tranquilidad para comunicarse con nosotros ni con el mundo que lo rodea, por lo tanto estaremos obstaculizando su capacidad de abrirse a los otros y a la exploración ya que todo su ser estará más pendiente de defenderse y sobrevivir frente a estas situaciones que las vive de manera angustiosa y caótica.
Entonces si en una situación cotidiana, necesitamos llevar al niño a comer justo cuando él está muy concentrado en alguna actividad, mirándose las manitos, o jugando con algún objeto interesante, es fundamental que él sienta que nos acercamos suavemente para levantarlo. Primero lo podemos tocar suavemente, esperamos que él se contacte con nuestra mirada para saber si está disponible y que nos ha visto, le hablamos brevemente sobre lo que él hace: “ahh! Pero que linda esa pelotita con la que juegas…” y luego le mostramos el babero y le decimos “te vengo a buscar para ir a comer” le ofrecemos nuestros brazos y esperamos su iniciativa para estirarnos los suyos. Lo alzamos suavemente y lo llevamos a comer.

O al mudarlo lo manipulamos con cuidado, sin forzar movimientos en él, esperamos un poco de tiempo por su propia iniciativa al pedirle que nos estire un pie para sacarle un calcetín y le comentamos lo que le está ocurriendo, le podemos decir por que partes de su cuerpo le ponemos el aceite y lo miramos con dulzura escuchando las preguntas que nos puede hacer incluso solo con la mirada, como por ejemplo si el toma el tubo de crema, le podemos decir “ah si, esa es la crema para tu piel, ahora te voy a poner un poco en tu carita”.
Si todas estas situaciones de cuidados cotidianos las realizamos con delicadeza, sin apuros, con una mirada atenta a los intereses del niño para responder a sus preguntas y a sus iniciativas con nuestros gestos o palabras, si disfrutamos de cada momento y estamos muy presentes y sin la distracción de la televisión o el teléfono mientras realizamos estos cuidados a nuestro niño o niña estaremos construyendo una base muy sólida en su seguridad afectiva y por lo tanto personal, luego en su capacidad de estar solo y ser autónomo en situaciones de juego y exploración ya que tendrá muy integrada en él la presencia afectiva del adulto, padre, madre o persona significativa 
que lo cuida.







 Fuente: 
Solange Buttendieck
www.medicina-antroposofica.org


martes, 11 de marzo de 2014

La escuela

Antiguamente, la clase aristocrática dedicaba su tiempo libre a aprender, de aquí la relación entre ‘escuela’ y ‘ocio’.

Cuando el aprendizaje y el deleite se dan la mano, el avance es rápido.

Cuando el aprendizaje es forzado y no hay deleite, el avance es lento.

Escuelas hay muchas: algunas enseñan a entender y acumular conocimientos, otros enseñan a vivir.

El sistema ha olvidado qué es vivir y, por eso, las escuelas de vida se tienen que buscar fuera del sistema.

De pequeños nadie nos enseñó a vivir en plenitud, simplemente hemos aprendido a sobrevivir.

En la escuela nos enseñaban matemáticas, ciencias, historia, lenguas y demás, pero nadie nos enseñó a atrapar el momento presente.

En la escuela nos animaban a estudiar para aprobar los exámenes pero nadie nos enseñó a gestionar la esfera emocional cuando suspendiamos.

Las escuelas de vida nos enseñan a reconectarnos a nuestra parte más esencial y, por lo tanto, su función es muy elevada.

En todas las épocas siempre ha habido escuelas de vida: el antiguo Egipto, la antigua Grecia, en la época Medieval, etc., etc.

Esto es debido a que siempre han existido personas inquietas que se han formulado preguntas cómo: 
“¿Que es la vida?”, “¿Quién soy yo?” o “¿Que hago aquí?”

Una escuela de vida es un tesoro que sólo se valora cuando, de verdad, hemos aprendido a vivir.

Fuente: http://sergi-perez.com/pensaments/mot-a-mot-ii/

Sergi Pérez
Reflexiones

sábado, 8 de marzo de 2014

Cuando los padres somos una autentica bomba de relojería


Una de las cosas que más afectan a la relación padres e hijos es la ira mal manejada de los padres. Cuando nos enfadamos con nuestros hijos, los sentimientos se agolpan en nuestro interior. Salen de nuestra boca verdaderas serpientes que acaban asustando a nuestros hijos, hiriéndoles en el alma y destrozando nuestro prestigio.

No hablo de un vulgar enfado sino de cuando nos invade la ira, cuando estamos a punto de perder todo nuestro autocontrol y solo nos quedan tres segundos para agredirles físicamente, echarlos de casa o traspasarles toda nuestra basura emocional con palabras de recriminación exageradas y fuera de lugar. Es prácticamente instintivo. El cansancio, el estrés, la impotencia, las dificultades económicas, nuestra propia limitación para manejar el comportamiento de nuestros hijos nos convierten en una bomba de relojería.

Somos humanos y en algunas circunstancias podemos tocar fondo. Sabemos que desahogarnos de esa manera no conduce a nada, tan solo al abatimiento, al rencor y al arrepentimiento posterior. Y a pesar de saberlo, lo hacemos. En ocasiones, hasta nos sorprende a nosotros mismos la magnitud de nuestra ira.
¿Cómo podemos manejar nuestra ira sin convertir a nuestros hijos en víctima de ella?

Trasforma la ira en necesidades y sentimientos. 
En lugar de culpar a tus hijos céntrate en ti.

No pienses: Por su culpa ahora tengo que…
Piensa: Siento ira porque necesito…

No les hagas responsables de tu ira. Ellos son responsables de su comportamiento pero no de tus sentimientos. Puedes corregirlos con cariño y disciplina o puedes perder los estribos y desencadenar toda tu ira. Eso lo eliges tú, no ellos. Si les haces responsables de tus sentimientos, les da a entender que ellos gobiernan tus emociones, depositando sobre sus espaldas una carga que no es la suya y dándoles un poder que a la larga puede ser contraproducente para ti.

NO les digas:

¿Ves cómo me has puesto de nervioso?
Haces que me ponga histérico
Por tu culpa me has estropeado el dia
Diles:

Cuando no te levantas a la primera, me pongo nervioso porque me haces llegar tarde.
Me enfado porque no cumples con tu trabajo y eso me da más trabajo a mí.
Hoy ha sido un día duro para mí y estoy más cansado de lo habitual

Hazte una pregunta, SOLO UNA, cuando estés a punto de perder el control: ¿Qué va a aprender mi hijo con mi reacción desmesurada? Lo que aprenda hoy con tu manejo de la ira es lo que aplicará posteriormente cuando la sienta también, incluso contra ti. Esto te ayudará a expresar tu ira de una manera menos reactiva. 

Revisa tus expectativas. Hay que exigir pero de manera proporcional a sus capacidades. Si las sobrepasas estarás constantemente defraudado e insatisfecho, siendo más fácil sentir rabia e ira.
Aléjate de tu hijo. Así de sencillo. Cuando notas que se te acelera el corazón y se te retuerce el estómago es el momento de no decir ni una palabra más y alejarte de él: Me voy a mi habitación; cuando me haya tranquilizado un poco hablaremos de lo que ha ocurrido aquí.

Analiza el motivo principal de tu ira. ¿Te enfadas porque tu hijo se va al colegio sin hacer su cama o porque estás desbordado de trabajo, porque no recibes la ayuda que esperabas de tu pareja, etc? A veces, junto a nuestra ira, conviven otros sentimientos de soledad, abandono, incapacidad o rencor que no se arreglan desahogando la ira con tu hijo sino siendo consciente de ello y trabajando de manera personal.

Y si has explotado, nunca es tarde para pedir perdón. “Sigo muy enfadado por lo que has hecho pero reconozco que podría habértelo dicho de otra manera. Lo siento. Intentaré que no se repita”.

Artículo fantástico de:
Elena Roger Gamir

Pedagoga

martes, 18 de febrero de 2014

PADRE, ¿QUE ESTÁS HACIENDO?

Carta anónima de un niño deportista a su padre


PADRE, ¿QUE ESTÁS HACIENDO?

No se como decírtelo. Seguramente crees que lo haces por mi bien pero no puedo evitar sentirme extraño, molesto, mal.

Me regalaste un pelota cuando empezaba a andar. Todavía no iba a la escuela cuando me apuntaste a fútbol.

Me gusta entrenar durante la semana, hacer bromas con mis compañeros y jugar el fin de semana como lo hacen los grandes. Pero cuando tú vienes a los partidos, … no lo sé. No es como antes. No me das un golpecito en la espalda ni me invitas a tomar algo. Vas a las gradas pensando que todos son enemigos. Insultas a los árbitros, a los entrenadores, a los jugadores y a los otros padres. No lo entiendo. ¿Por qué has cambiado ?

Creo que sólo sufres y no lo entiendo. Me dices que soy el mejor, que mis compañeros no son nada a mi lado, que quién diga otra cosa se equivoca, que sólo es importante ganar. Este entrenador de quien dices que es un inepto es mi amigo. Es quien me ha enseñado a jugar y a divertirme jugando.

El compañero que el otro día jugó en mi lugar, ¿te recuerdas? Si, padre, aquel que estuviste criticando todo el día y de quién dijiste que no servía “ni para traerme la bolsa”. Sabes, este chico va a mi clase. El lunes no podía ni mirarlo a la cara de vergüenza.

No quiero decepcionarte. A veces pienso que no tengo suficiente calidad, que no llegaré a ser profesional y a ganar dinero como tú querrías. Me presionas demasiado.

Incluso he pensado en dejar de jugar, pero… me gusta tanto !

Padre, por favor, no me obligues a decirte que no vengas más a verme jugar.

Un hijo anónimo

Fuente: http://jocnetesport.cat/295/


La pirámide de Maslow

Empecemos por educarnos a nosotros mismosLa pirámide de Maslow  fue propuesta por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow (1908-1970) en su obra Una teoría sobre la motivación humana (1943), en la que establece una jerarquía de necesidades humanas.

Para Maslow, la principal motivación es priorizar las necesidades, cubrir aquellas que parecen más importantes o urgentes y, una vez conseguido, pasar al siguiente nivel de importancia hasta conseguir alcanzar la autorrealización.

Los principales postulados de su teoría en la que se basa la pirámide de Maslow son:

1. El individuo tiene numerosas necesidades de importancia diferente y que pueden ser jerarquizadas.

2. El individuo busca satisfacer primero las necesidades que le parecen más importantes.

3. Una necesidad deja de existir (temporalmente) al ser satisfecha y el individuo busca satisfacer otra.

Maslow clasificó las necesidades humanas en cinco categorías o niveles y las representó mediante una pirámide:

En la base de la misma las necesidades que considera básicas para el humano (respirar, alimentación, descanso sexo).

En el segundo nivel las de seguridad (empleo, familia, salud, propiedad privada).

En el tercer nivel las sociales (afecto, amistad).

En el cuarto nivel  las de autoestima o reconocimiento.

La cúspide de la pirámide de Maslow la ocuparían  las  denominadas necesidades de autorrealización.




En sus momento la pirámide de Maslow obtuvo una importante notoriedad, no sólo en el campo de la psicología sino en el ámbito empresarial del  marketing o la publicidad, pero con el tiempo ha quedado claro que los niveles propuestos en la pirámide de Maslow no se correponden del todo con la realidad y que son bastante variables en función de la persona y hay personas que aceptan no cubrir algunas de sus necesidades básicas o ponerlas en riesgo a cambio de obtener necesidades en teoría superiores según la pirámide de Maslow.

Aunque la pirámide de Maslow sigue enseñandose en las universidades, su modelo se considera ya superado o obsoleto. La forma de ser, de hacer, de conocer, de sentir es lo que diferencia a las personas. Sus preferencias que dependen de su cultura, nivel de vida, edad, época en que viven, etc. marcan su comportamiento en sociedad y varían a lo largo de la vida, adoptando unos valores, relegando otros y varían de un indicido a otro.


Vídeo explicando la teoría de las necesidades de la pirámide Maslow

sábado, 15 de febrero de 2014

¿Discapacitados del Hemisferio Derecho?

Desde pequeños a los niños se les sobre estimula el Hemisferio Izquierdo a través de la precoz enseñanza intelectual, la precoz enseñanza de la escritura. Además, cada vez que movemos la mano derecha, estimulamos, masajeamos, el Hemisferia Izquierdo. 

La naturaleza fue sabia: hizo que naciéramos con una línea media que divide nuestros Hemisferios y lados del cuerpo, para que de pequeños, nos veamos forzados a usar ambos lados. Curiosamente solo el estímulo armónico de ambos lados lleva a una dominancia correcta hacia los 6 años.

Son los movimientos simétricos de ambos lados, los que ayudan a disolver la línea media e integrar ambos hemisferios (esto lo vemos en los juegos tradicionales comba, soga, columpio, palmas…). Integrar ambos hemisferios de manera adecuada significa ser capaz más adelante, de integrar nuestro lado intuitivo con el racional, una visión de las cosas sintética, y a la vez analítica. Ver el detalle, sin perder el conjunto, ser capaces de distinguir lo esencial de las cosas…

Y resulta que nuestro sistema educativo imperante, se empeña en abolir las cualidades del H. Derecho, transformándonos en “discapacitados” de las emociones, lo artístico, y tantas más imprescindibles cualidades. 

Ideas: 
En educación infantil:
• Mover ambos lados del cuerpo y así “masajear “ y estimular ambos lados., a través del juego.

En educación Primaria
• Promover actividades creativas, sociales. Que los niños puedan sentir e identificarse con los que aprenden, vivenciando y dramatizando los contenidos.

En secundaria
• Si “toca” estudiar una lección tan densa como  biología, el profesor, podría “cumplir” con el libro y a la vez hacer algo más “humano” con los chicos, si en vez de exigirles que se aprendan esa barbaridad, tratasen juntos de leer el gesto, el leit motiv de cada sistema y órgano. SI trata de llevarlos a la mirada global, a la síntesis (que no simple resumen). ¡Si les invita a ejercitar su propio pensamiento y a cuestionar lo que estos libros de textos enseñan!

Cada uno desde su lugar, puede ayudar a cambiar el mundo. SI eres maestro de una escuela pública, es maravilloso, si lo eres de una privada, es maravilloso también. SI eres madre, fantástico. Cada uno desde su lugar, puede contribuir a aportar más corazón y no pura mente, a la educación de nuestros niños. 

Que sin Hemisferio derecho y sin las fuerzas del corazón, cada vez será más complicado todo, también las relaciones interpersonales, también las de pareja…

Tamara Chubarovsky 
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