En el documental, Eduard
Punset entrevista a Sue Gerhardt, psicóloga y escritora,considerada como una de
las mayores expertas en su campo de investigación.
Las conclusiones que se
extraen son bastante impresionantes y contradictorias con la mayor
parte de las recomendaciones recibidas a diario por parte de
profesionales de la salud, de la psicología, por parte de profesionales de
corte conductista (léase Ferber, Estivill, Jo Frost y otros) y por parte de la
sabiduría popular, que a la vista de lo comentado en el documental tiene más de
popular que de sabiduría.
La conclusión inicial que
se extrae de lo comentado por Sue Gerhardt es que “hay que ocuparse de
los bebés”, ya que “no (les) logramos dar suficiente importancia”.
Hacemos caso de los consejos que nos incitan a descuidar los llantos de los
bebés, a hacerles esperar para que aprendan “que en la vida no lo van a
tener todo”.
Lo hacemos pensando que
les estamos educando y haciendo un bien, creando a una persona con fuerza
psíquica suficiente para luchar contra los pormenores de la vida, contra las
dificultades de la edad adulta.
El problema es que
estamos anticipando los hechos y estamos creando problemas e
insatisfacciones a unas personitas que no están preparadas para
gestionarlas y superarlas. En resumen, dejando huella en esta primera infancia
que “es en realidad la base de la salud mental”.
Los bebés nacen con un
cerebro inmaduro por cuestiones de espacio. De esperar más tiempo a que ese
cerebro estuviera totalmente maduro la cabeza de los bebés no pasaría por el
canal del parto. Es por ello que debe madurar en el exterior, creando nuevas
conexiones y creciendo con las vivencias que les aportemos, y lo hace además “a
la mayor velocidad de crecimiento que jamás alcanzará. ¡Dobla su tamaño!”
Entre los muchos sistemas
que se desarrollan desde el nacimiento hasta los dos años están“los que
utilizamos para gestionar nuestra vida emocional: la respuesta al estrés, por
ejemplo”. Por lo tanto, dado que el cerebro está inmaduro “lo
importante es que el bebé no se estrese demasiado. Los bebés no pueden
gestionar un estrés excesivo. No pueden deshacerse de su propio cortisol.”
¿Y qué es eso del
cortisol?
El cortisol es
una hormona que se segrega en situaciones de estrés. Para que una persona esté
emocionalmente estable, debe tener un nivel de cortisol equilibrado. Los bebés
no saben qué hacer con él, por tanto, cualquier cantidad de cortisol superior a
la que deberían tener es un exceso de estrés que no saben eliminar.
El exceso de cortisol
activa la amígdala del cerebro, que es el órgano encargado del control de las
emociones, emitiendo una señal de alarma de que algo no va bien.
Si un niño crece con una
cantidad de cortisol constantemente elevada, porque le dejan llorar mucho o
porque se estresa con facilidad, la amígdala se acaba acostumbrando a
ese cortisol sobrante (algo así como cuando oímos un reloj en una
habitación y acabamos por no oírlo) y deja de emitir la señal de alarma. Al no
haber alarma el cerebro no ofrece una respuesta de gestión a ese estrés y el
individuo acaba por no saber manejar esas situaciones que le generan ansiedad.
Por poner un ejemplo, el Increíble Hulk tiene
una mutación genética que ataca a su amígdala y cuando se desencadenan
emociones fuertes se transforma, pues no sabe controlarla.
El problema no es sólo
este, sino que se ha visto que personas que crecen con niveles elevados de
cortisol están tan acostumbrados a ello que a menudo tienden a buscar
situaciones que les genere cortisol (situaciones estresantes) para sentirse
cómodos.