La integración sensorial es la capacidad del sistema nervioso para interpretar la información percibida por los sentidos y generar respuestas inmediatas. Cuando falla una de las piezas que componen ese mecanismo, los niños se enfrentan a más obstáculos de los habituales y se irritan, se retraen o explotan… emocionalmente
Somos máquinas que escaneamos la realidad a través del gusto, la vista, el oído, el tacto, el olfato, el movimiento, la gravedad y la posición. “La integración sensorial es la función del sistema nervioso para asimilar la información del entorno y obtener la percepción correcta de la situación que nos rodea”, explica a EFEsalud Isabelle Beaudry, directora de la Clínica de Terapia Ocupacional Pediátrica Beaudry-Bellefeuille (Oviedo).
Se trata de “un proceso neurológico que nos permite utilizar nuestro cuerpo eficazmente en cada contexto, organizando la información sensorial que recibimos de nosotros mismos y del entorno para emitir respuestas adecuadas”, precisa Víctor da Silva Gamo, director del Centro Sensory (Madrid).
La secuencia lógica es percibir, organizar y responder, pero muchos niños tienen dificultades a la hora de seguirla y se enfrentan a la Disfunción de Integración Sensorial (DIS) o Desorden en el Procesamiento Sensorial (DPS).
Johanna León García, terapeuta ocupacional y fundadora de la Asociación de Terapia para la Salud y la Educación (SALUDE), asegura que “el DPS afecta a niños que no tienen problemas neurológicos ni genéticos y que hay al menos uno con estas dificultades en cada aula del jardín de infancia”.
Desde la etapa preescolar, padres y educadores se encuentran con signos de esta disfunción, que tiene consecuencias en muchos niveles. “El funcionamiento del sistema sensorial y su integración es la base para un desarrollo óptimo de capacidades como concentración, planificación, praxis, aprendizaje académico, autoestima, autocontrol y habilidad motora”, señala el experto da Silva Gamo.
Agrega que “desde bebés hay comportamientos que pueden anticiparnos una posible disfunción como retraso motor, dificultades de alimentación, intolerancia a estar boca arriba o alteraciones del sueño”.
La terapeuta Isabelle Beaudry, por su parte, explica que una de las dificultades para tratar el DPS es que no es fácil de detectar por una persona que no esté específicamente formada porque se manifiesta en “dificultades sutiles que se pueden atribuir a otros problemas” o se confunde con una mala crianza que despierta culpabilidad en muchos padres.
Los expertos describen el perfil de los niños con DPS:
Son hostiles, irritables, difíciles, agresivos o explotan en llanto sin razón aparente.
Los niños con DPS tienen muchas dificultades en el aprendizaje.
Son retraídos, lentos, excesivamente tranquilos y mantienen la postura decaída o todo lo contrario: extremadamente activos y ansiosos; no paran de correr y de moverse.
Se enfadan al percibir ciertos sonidos, estímulos visuales, movimientos, texturas y olores. Les molestan las etiquetas de la ropa, las sábanas, cortarse las uñas, el pelo o comer ciertos alimentos.
No siguen el mismo ritmo de aprendizaje que los demás niños de su edad. Se confunden al copiar de la pizarra, leer, escribir o recortar.
Tienen dificultades en el razonamiento lógico, en la secuenciación o en la planificación motora. También en las tareas matemáticas y en la memorización de conceptos.
Son descoordinados para practicar deportes y se tropiezan mucho. No les gusta trepar, saltar, colgarse o columpiarse.
Un abanico tan variado de signos hace que niños con DPS reciban otros diagnósticos como trastornos de la conducta o el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), según la terapeuta Isabelle Beaudry.
Johanna León, especialista de SALUDE, considera que aunque el TDAH y el DPS son distintos, porque el primero es de origen neurobiológico, “frecuentemente coexisten”.
Cita un estudio de la terapeuta estadounidense Lucy Miller que concluyó, en una investigación con 2.400 niños, que el 60% padecía ambos trastornos a la vez. “En otro estudio, Miller demostró que los comportamientos emocionales, de atención y sensoriales son significativamente diferentes entre los niños con TDAH y con DPS”, enfatiza León.
La Disfunción de Integración Sensorial puede entenderse, entonces, como parte de otros diagnósticos. En palabras del terapeuta da Silva Gamo: “Hay comportamientos que son signos de DPS y pueden ser también signos de otras patologías; este trastorno puede cursar de forma aislada o como parte de otra patología”.
El juego como terapia
Isabelle Beaudry afirma que la investigación del DPS se ha desarrollado dentro de la terapia ocupacional, “un ámbito profesional que analiza problemas de participación en la vida diaria que son, precisamente, los que tienen estos niños”. Por eso, sugiere que los padres busquen un terapeuta ocupacional formado en integración sensorial.
Las terapias para tratar los problemas de integración sensorial se centran en el juego.
Víctor da Silva Gamo subraya que “el terapeuta ocupacional es el único profesional sanitario cualificado para tratar desde el Enfoque de Integración Sensorial”.
El consejo lo repite la especialista Johanna León, que recomienda una valoración de las funciones sensoriales del niño que incluye motricidad, equilibrio, coordinación, capacidad de organización, planificación, desempeño de actividades de autocuidado y características del ambiente que lo rodea.
Da Silva Gamo define, desde su experiencia en el Centro Sensory, la terapia para el DPS: “Se realiza en sesiones individuales en las que, a través del juego, se utiliza la motivación intrínseca del niño para conseguir respuestas adecuadas del procesamiento sensorial”.
La estimulación visual es fundamental en las terapias.
Aclara que estas actividades no constituyen una “exposición continuada a estímulos sensoriales ni entrenamiento repetitivo en habilidades”, sino que se centran en las experiencias sensoriales para obtener respuestas cada vez más complejas.
Para Beaudry la terapia ocupacional es muy activa y busca “enganchar la motivación interna lo que, en los niños, se logra a través del juego”. El objetivo es ganar su atención para encaminarlos hacia la rehabilitación.
“La pregunta del millón”
Si un niño puede recuperarse completamente de su DPS es “la pregunta del millón” para la terapeuta Isabelle Beaudry, que lleva 25 años tratando esta disfunción.
Esta experta argumenta que la Disfunción de Integración Sensorial exige un proceso de neuro-rehabilitación.
En ese sentido, asegura que con terapia los niños “pueden mejorar mucho, sobre todo cuando inician en edades muy tempranas, porque el sistema nervioso aún es maleable y hay plasticidad neuronal”.
No obstante, advierte que el DPS deja marcas sutiles que pasan a ser rasgos del temperamento o de la forma de ser.
“Hay personas a las que llamamos ‘tranquilas’: evitan luces, sonidos o grandes concentraciones de gente y otras, en cambio, disfrutan con estímulos fuertes”, concluye Beaudry.
Fuente: http://www.efesalud.com
Somos máquinas que escaneamos la realidad a través del gusto, la vista, el oído, el tacto, el olfato, el movimiento, la gravedad y la posición. “La integración sensorial es la función del sistema nervioso para asimilar la información del entorno y obtener la percepción correcta de la situación que nos rodea”, explica a EFEsalud Isabelle Beaudry, directora de la Clínica de Terapia Ocupacional Pediátrica Beaudry-Bellefeuille (Oviedo).
Se trata de “un proceso neurológico que nos permite utilizar nuestro cuerpo eficazmente en cada contexto, organizando la información sensorial que recibimos de nosotros mismos y del entorno para emitir respuestas adecuadas”, precisa Víctor da Silva Gamo, director del Centro Sensory (Madrid).
La secuencia lógica es percibir, organizar y responder, pero muchos niños tienen dificultades a la hora de seguirla y se enfrentan a la Disfunción de Integración Sensorial (DIS) o Desorden en el Procesamiento Sensorial (DPS).
Johanna León García, terapeuta ocupacional y fundadora de la Asociación de Terapia para la Salud y la Educación (SALUDE), asegura que “el DPS afecta a niños que no tienen problemas neurológicos ni genéticos y que hay al menos uno con estas dificultades en cada aula del jardín de infancia”.
Desde la etapa preescolar, padres y educadores se encuentran con signos de esta disfunción, que tiene consecuencias en muchos niveles. “El funcionamiento del sistema sensorial y su integración es la base para un desarrollo óptimo de capacidades como concentración, planificación, praxis, aprendizaje académico, autoestima, autocontrol y habilidad motora”, señala el experto da Silva Gamo.
Agrega que “desde bebés hay comportamientos que pueden anticiparnos una posible disfunción como retraso motor, dificultades de alimentación, intolerancia a estar boca arriba o alteraciones del sueño”.
La terapeuta Isabelle Beaudry, por su parte, explica que una de las dificultades para tratar el DPS es que no es fácil de detectar por una persona que no esté específicamente formada porque se manifiesta en “dificultades sutiles que se pueden atribuir a otros problemas” o se confunde con una mala crianza que despierta culpabilidad en muchos padres.
Los expertos describen el perfil de los niños con DPS:
Son hostiles, irritables, difíciles, agresivos o explotan en llanto sin razón aparente.
Los niños con DPS tienen muchas dificultades en el aprendizaje.
Son retraídos, lentos, excesivamente tranquilos y mantienen la postura decaída o todo lo contrario: extremadamente activos y ansiosos; no paran de correr y de moverse.
Se enfadan al percibir ciertos sonidos, estímulos visuales, movimientos, texturas y olores. Les molestan las etiquetas de la ropa, las sábanas, cortarse las uñas, el pelo o comer ciertos alimentos.
No siguen el mismo ritmo de aprendizaje que los demás niños de su edad. Se confunden al copiar de la pizarra, leer, escribir o recortar.
Tienen dificultades en el razonamiento lógico, en la secuenciación o en la planificación motora. También en las tareas matemáticas y en la memorización de conceptos.
Son descoordinados para practicar deportes y se tropiezan mucho. No les gusta trepar, saltar, colgarse o columpiarse.
Un abanico tan variado de signos hace que niños con DPS reciban otros diagnósticos como trastornos de la conducta o el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), según la terapeuta Isabelle Beaudry.
Johanna León, especialista de SALUDE, considera que aunque el TDAH y el DPS son distintos, porque el primero es de origen neurobiológico, “frecuentemente coexisten”.
Cita un estudio de la terapeuta estadounidense Lucy Miller que concluyó, en una investigación con 2.400 niños, que el 60% padecía ambos trastornos a la vez. “En otro estudio, Miller demostró que los comportamientos emocionales, de atención y sensoriales son significativamente diferentes entre los niños con TDAH y con DPS”, enfatiza León.
La Disfunción de Integración Sensorial puede entenderse, entonces, como parte de otros diagnósticos. En palabras del terapeuta da Silva Gamo: “Hay comportamientos que son signos de DPS y pueden ser también signos de otras patologías; este trastorno puede cursar de forma aislada o como parte de otra patología”.
El juego como terapia
Isabelle Beaudry afirma que la investigación del DPS se ha desarrollado dentro de la terapia ocupacional, “un ámbito profesional que analiza problemas de participación en la vida diaria que son, precisamente, los que tienen estos niños”. Por eso, sugiere que los padres busquen un terapeuta ocupacional formado en integración sensorial.
Las terapias para tratar los problemas de integración sensorial se centran en el juego.
Víctor da Silva Gamo subraya que “el terapeuta ocupacional es el único profesional sanitario cualificado para tratar desde el Enfoque de Integración Sensorial”.
El consejo lo repite la especialista Johanna León, que recomienda una valoración de las funciones sensoriales del niño que incluye motricidad, equilibrio, coordinación, capacidad de organización, planificación, desempeño de actividades de autocuidado y características del ambiente que lo rodea.
Da Silva Gamo define, desde su experiencia en el Centro Sensory, la terapia para el DPS: “Se realiza en sesiones individuales en las que, a través del juego, se utiliza la motivación intrínseca del niño para conseguir respuestas adecuadas del procesamiento sensorial”.
La estimulación visual es fundamental en las terapias.
Aclara que estas actividades no constituyen una “exposición continuada a estímulos sensoriales ni entrenamiento repetitivo en habilidades”, sino que se centran en las experiencias sensoriales para obtener respuestas cada vez más complejas.
Para Beaudry la terapia ocupacional es muy activa y busca “enganchar la motivación interna lo que, en los niños, se logra a través del juego”. El objetivo es ganar su atención para encaminarlos hacia la rehabilitación.
“La pregunta del millón”
Si un niño puede recuperarse completamente de su DPS es “la pregunta del millón” para la terapeuta Isabelle Beaudry, que lleva 25 años tratando esta disfunción.
Esta experta argumenta que la Disfunción de Integración Sensorial exige un proceso de neuro-rehabilitación.
En ese sentido, asegura que con terapia los niños “pueden mejorar mucho, sobre todo cuando inician en edades muy tempranas, porque el sistema nervioso aún es maleable y hay plasticidad neuronal”.
No obstante, advierte que el DPS deja marcas sutiles que pasan a ser rasgos del temperamento o de la forma de ser.
“Hay personas a las que llamamos ‘tranquilas’: evitan luces, sonidos o grandes concentraciones de gente y otras, en cambio, disfrutan con estímulos fuertes”, concluye Beaudry.
Fuente: http://www.efesalud.com