La administración de metilfenidato en niños está asociada a un deterioro del rendimiento escolar a largo plazo, así como al aumento de trastornos del estado de ánimo (depresión) y de problemas de convivencia con los padres. Estas son las conclusiones de un estudio preliminar que ha realizado un seguimiento prolongado sobre los efectos que tiene la medicación en una amplia muestra de niños con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
La prescripción de metilfenidato (Ritalin en su nombre comercial) en niños con TDAH es una práctica habitual respaldada en los supuestos beneficios que posee este psicoestimulante para disminuir la activación y facilitar la concentración del niño, lo que a su vez debería reflejarse en la mejora de su rendimiento escolar. No obstante, la literatura científica en TDAH es escasa o inexistente en cuanto a la comprobación de los efectos del metilfenidato a largo plazo en esta población.
Con el objetivo de arrojar luz sobre este tema, un equipo de investigadores dirigidos por M.J. Currie (economista de la Universidad de Princeton), analizó los efectos del metilfenidato en el rendimiento escolar y el nivel de bienestar de más de 15.000 niños, a lo largo de un periodo de 14 años. Específicamente, los investigadores examinaron en el año 1994 a más de 16.000 niños, de entre 0 y 11 años, y cada dos años fueron evaluando su progreso, hasta el año 2008. La muestra localizada en el último seguimiento se compuso de 9.818 niños, a los que se evaluó la presencia de síntomas de TDAH, trastornos emocionales, rendimiento escolar y problemas de comportamiento.
Los resultados, publicados a través de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Cambridge (National Bureau of Economic Research), apuntan que el consumo de metilfenidato se asoció a una disminución significativa en el rendimiento escolar, un aumento de la probabilidad de repetir curso y a peores puntuaciones en matemáticas, sobre todo, en los niños frente a las niñas. Asimismo, se observó un incremento significativo de sentimientos de infelicidad y de problemas de convivencia con los padres, siendo estos efectos más notables en el grupo de niñas que en el de niños. Con el paso del tiempo, el mantenimiento de la administración de metilfenidato se asoció a una mayor probabilidad de abandono escolar en niños, así como a una mayor presencia de trastornos del estado de ánimo -en este último caso, especialmente en el grupo de niñas-.
Los autores concluyen que, si bien no es posible determinar si los niños evaluados estaban recibiendo la cantidad óptima de fármaco, los datos sugieren que el consumo en el tiempo de metilfenidato puede dar lugar a resultados adversos, con graves repercusiones en el funcionamiento social de estos niños (fracaso escolar, ideación suicida, problemas de convivencia familiar…).
En opinión de los propios investigadores, estos posibles efectos negativos a largo plazo podrían explicarse, en parte, a que estos niños se encuentran “desatendidos”, puesto que el tratamiento farmacológico del TDAH se ha convertido en la única vía de tratamiento, sustituyendo otros tipos de intervenciones de tipo cognitivo-conductual, que podrían aportar de manera complementaria importantes beneficios al niño para mejorar su capacidad de aprendizaje y su nivel de bienestar emocional.
Fuente:
Currie, J.,Stabile, M., Jones, L.E. (2013). Do Stimulant Medications Improve Educational and Behavioral Outcomes for Children with ADHD? National Bureau of Economic Research, Working Paper 19105.
La prescripción de metilfenidato (Ritalin en su nombre comercial) en niños con TDAH es una práctica habitual respaldada en los supuestos beneficios que posee este psicoestimulante para disminuir la activación y facilitar la concentración del niño, lo que a su vez debería reflejarse en la mejora de su rendimiento escolar. No obstante, la literatura científica en TDAH es escasa o inexistente en cuanto a la comprobación de los efectos del metilfenidato a largo plazo en esta población.
Con el objetivo de arrojar luz sobre este tema, un equipo de investigadores dirigidos por M.J. Currie (economista de la Universidad de Princeton), analizó los efectos del metilfenidato en el rendimiento escolar y el nivel de bienestar de más de 15.000 niños, a lo largo de un periodo de 14 años. Específicamente, los investigadores examinaron en el año 1994 a más de 16.000 niños, de entre 0 y 11 años, y cada dos años fueron evaluando su progreso, hasta el año 2008. La muestra localizada en el último seguimiento se compuso de 9.818 niños, a los que se evaluó la presencia de síntomas de TDAH, trastornos emocionales, rendimiento escolar y problemas de comportamiento.
Los resultados, publicados a través de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Cambridge (National Bureau of Economic Research), apuntan que el consumo de metilfenidato se asoció a una disminución significativa en el rendimiento escolar, un aumento de la probabilidad de repetir curso y a peores puntuaciones en matemáticas, sobre todo, en los niños frente a las niñas. Asimismo, se observó un incremento significativo de sentimientos de infelicidad y de problemas de convivencia con los padres, siendo estos efectos más notables en el grupo de niñas que en el de niños. Con el paso del tiempo, el mantenimiento de la administración de metilfenidato se asoció a una mayor probabilidad de abandono escolar en niños, así como a una mayor presencia de trastornos del estado de ánimo -en este último caso, especialmente en el grupo de niñas-.
Los autores concluyen que, si bien no es posible determinar si los niños evaluados estaban recibiendo la cantidad óptima de fármaco, los datos sugieren que el consumo en el tiempo de metilfenidato puede dar lugar a resultados adversos, con graves repercusiones en el funcionamiento social de estos niños (fracaso escolar, ideación suicida, problemas de convivencia familiar…).
En opinión de los propios investigadores, estos posibles efectos negativos a largo plazo podrían explicarse, en parte, a que estos niños se encuentran “desatendidos”, puesto que el tratamiento farmacológico del TDAH se ha convertido en la única vía de tratamiento, sustituyendo otros tipos de intervenciones de tipo cognitivo-conductual, que podrían aportar de manera complementaria importantes beneficios al niño para mejorar su capacidad de aprendizaje y su nivel de bienestar emocional.
Fuente:
Currie, J.,Stabile, M., Jones, L.E. (2013). Do Stimulant Medications Improve Educational and Behavioral Outcomes for Children with ADHD? National Bureau of Economic Research, Working Paper 19105.
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