Oigo
y leo una y otra vez que en treinta años hemos tenido siete leyes
educativas, lo cual demostraría la absoluta irresponsabilidad de los
políticos y justificaría el hartazgo de los profesionales. Ya se sabe
que es el número perfecto según la Biblia, además del de los días de la
semana, la notas, los sacramentos, los mares, los enanitos, los
samuráis, las partidas, los dones, las maravillas, los magníficos, las
novias y los hermanos… y así hasta mil (o siete mil).
¿Qué
siete leyes son esas? LGE, LOECE, LODE, LOPEGCE, LOGSE, LOCE, LOE… y
ahora la octava, LOMCE. Para empezar, de la primera, de 1970, a la
última, previsiblemente en 2013 o 2014, habrían pasado 43-44 años, no
treinta. Después, hay que distinguir entre las leyes que afectaron a la
ordenación del sistema (etapas, transiciones, especializaciones,
evaluación, títulos…), que es lo que se supone que genera incertidumbre a
los alumnos y sus familias, como beneficiarios del sistema, y a los
educadores como profesionales, de las que sólo se refieren a aspectos de
gestión. Este último es el caso de la LOECE, la LODE y la LOPEGCE, o
sea, tres de las siete que llegaron a ser aprobadas. De todas ellas,
además, dos prácticamente no llegaron a aplicarse, concretamente la
LOECE y la LOCE.
Esto
quiere decir que, en realidad, hemos conocido dos ordenaciones: la de
la LGE, de 1970 a 1990, y la de la LOGSE-LOE de 1990 a hoy, pues la LOCE
fue un intento fallido. Por otra parte, hemos conocido dos sistemas de
gestión, o dos y algo: el de la LGE, de nuevo, con una breve
modificación por la LOECE, y el de la LODE, ligeramente modificado
primero por la LOPEGCE y después por la LOE. La LOMCE pretende
reestructurar ambos aspectos del sistema.
Es cierto que son demasiadas, en todo caso, pero habiendo sido testigos del fallido intento de pacto de Estado
hace dos años ya sabemos que no sólo no lo querían la mayor parte de
los partidos (no, desde luego, los conservadores ni los nacionalistas),
sino que tampoco pusieron ningún empeño en ello ni las organizaciones de
profesores (cuya única obsesión parecía ser prolongar la jubilación
anticipada y postergar el estatuto docente) ni las de padres (siempre
más atentas a alinearse con sus profesores que a llegar a acuerdos entre sí).
Otros países sí saben llegar a acuerdos duraderos. En los EEUU, por ejemplo, la ley No Child Left Behind,
cualquiera que sea el juicio que merezca, fue escrita a cuatro manos
por republicanos y demócratas al comienzo del mandato de Bush, aunque
luego unos y otros han puesto énfasis en aspectos distintos. Un país con
cierta tradición de bipartisan politics, aunque los últimos dos
decenios han sido de una polarización creciente.
En el Reino Unido yo
diría que hubo una suerte de pacto diacrónico consistente en que el
gobierno Blair, en contra de lo que muchos le pedían, no echó abajo toda
la normativa de la época Thatcher sino sólo parte. Creo que esto último
es lo que terminará sucediendo aquí.
Escrito de Mariano Fernández Enguita
Y para acabar con esta entrada dejo el enlace del programa Salvados, Cuestión de Educación
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