Cuenta Gillian Lynne que de pequeña, en el
colegio informaron a sus padres que su hija no paraba quieta, molestaba la
concentración de sus compañeros en sus tareas y no acababa nunca las suyas, que
debía padecer de algún trastorno y que debían consultar al pediatra. El
pediatra que la conocía desde su nacimiento conversó con ella, la examinó y les
informó a sus padres que su hija no padecía trastorno alguno, que le apasionaba
el baile, que quería ser bailarina, que la llevaran a una escuela de danza. Aún
no habían inventado el DSM ni el TDAH. “Mi madre siguió la indicación y entré
en una escuela de baile. Era un sitio extraordinario. Allí nadie se estaba
quieto, todos estaban en movimiento permanente. Acabé graduándome en la Royal
Ballet School. Fundé la Gillian Lynne Dance Company, me encontré con Andrew
Lloyd Weber el cual me eligió como coreógrafa. Juntos hemos sido responsables
de algunas de las producciones más exitosas del teatro musical internacional
como Cats y El Fantasma de la Ópera”
“Su hijo sufre de trastorno por déficit de
atención con hiperactividad, nunca llegará a concentrarse en nada", le
predijo la maestra a Deborah Pehlps, la madre del deportista olímpico más
exitoso de todos los tiempos. Michael, corría enloquecido en torno a la piscina
pidiendo aprender a nadar. La respuesta de sus maestros fue dura: “Imposible.
Michael Phelps no es capaz de calmarse, de estar en silencio ni de concentrarse
en nada.” Lo obligaron a medicarse con Ritalina, el metilfenidato, una
superanfetamina.
Afortunadamente Phelps se rebeló, pidió
dejarlo para dedicarse y concentrarse en la natación. Aquel niño, estigmatizado
por sus maestros, acusado por correr, saltar y no leer más de dos párrafos sin
perder la concentración es hoy el dominador absoluto de ese deporte clave que
es la natación.
Atiendo consulta desde la mañana hasta la
noche, dirijo una escuela de psicoanalistas, superviso el trabajo de mis
alumnos, publico un periódico, libros, artículos, participo y organizo jornadas
y congresos, doy conferencias y cursos, mantengo una vida familiar y social
regular, disfruto de fines de semana, viajes y vacaciones y vivo rodeado de
amigos y colegas que mantienen actividades comparables a las mías. Me recuerdo
en este tipo de dinámica hiperactiva desde que tengo uso de razón. Hoy quizás
me hubieran diagnosticado de niño TDA/TDAH, me hubieran medicado y me hubieran
convertido en una persona estúpidamente normal. Me recuerdo como un niño
hiperactivo, un joven hiperactivo y un adulto hiperactivo. Hoy a mis 75 años
soy un señor mayor hiperactivo. Los hiperactivos hemos sido en toda la historia
los que hemos ayudado a progresar a la humanidad.
Recuerdo la historia de un niño inglés que a
comienzos del siglo pasado no soportaba estar quieto en clase, se levantaba del
asiento y se escapaba a correr por los jardines del colegio, no solía atender a
sus profesores, no se sometía muy pacíficamente a sus indicaciones y no solía
cumplir con sus tareas escolares, por lo cual solía ser castigado físicamente,
siguiendo las rígidas normas de la disciplina inglesa. De adulto su lucidez, su
entereza y su valentía nos salvó a todos de perecer bajo las garras del
nazismo. Se llamaba Winston Churchill. Gracias Churchill por habernos
salvado, por haber salvado al mundo del nazismo y haber liderado el camino de
la democracia en el mundo. Tuvimos la inmensa fortuna de que en su época no
hubieran inventado aún la Ritalina, Rubifén, Concerta, Strattera, Intuniv,
Medikinet y otros nombres bajo los cuales se disfraza la cocaína pediátrica.
Albert Einstein fue diagnosticado por su
pediatra de retrasado mental. Su escolaridad fue un fracaso total. Es lentísimo
y no consigue memorizar nada, no entiende de reglas y no obedece órdenes. A
Honorato de Balzac lo expulsan del colegio, Charles Darwin fue un alumno muy
mediocre que abominaba de la escolaridad, Gustave Flaubert siendo niño, fue
calificado de pasivo e inestable, Paul Cézanne consigue aprobar el bachillerato
de milagro y en una repesca final, Alexander Graham Bell, el inventor de la telefonía,
detestaba el colegio y en lugar de concurrir se dedicaba a pasear, Thomas
Edison, el inventor de la bombilla eléctrica y del cine, su madre se ve
obligado a retirarlo del colegio acusado de ser inestable y desordenado, Claude
Debussy, el eximio compositor musical, nunca concurrió al colegio. A Pablo
Picasso la asistenta tenía que llevarlo al colegio a rastras, no atendía a los
maestros y se pasaba las clases dibujando palomas y toros, no permanecía en su
asiento y es permanentemente castigado, encerrado en un cuarto oscuro. Charlie
Chaplin, huérfano, fue castigado físicamente hasta escapar del orfanato a los 9
años. El poeta Jean Cocteau fue un mal alumno, acusado de ser nervioso y
distraído. Walt Disney fue considerado un mal alumno que no atendía en clase y
se dedicaba en cambio a dibujar. Salvador Dalí abomina del colegio, no atiende
en clase y se dedica a dibujar. John Lennon suspendía todas las asignaturas, no
atendía en clase, se dedicaba a dibujar y componer canciones.
La sociedad neoliberal globalizada necesita
evaluarnos y cuantificarnos en nuestros actos, nuestras conductas, nuestros
discursos, nuestros pensamientos y padecimientos. Para ello nada mejor que
aprovechar las nomenclaturas clasificatorias del DSM, la biblia de los
psiquiatras y de los psicólogos cognitivo-conductuales, e irlas ampliando
continuamente para responder al surgimiento continuo de fenómenos que aún no
estén contemplados en las mismas. El objetivo del DSM de abarcar todo
fenómeno es explícito y así lo establece en su presentación en la que
especifica textualmente que: “Es imposible que la nomenclatura diagnóstica
abarque cualquier situación posible. Por este motivo, cada clase de diagnóstico
cuenta por lo menos con una categoría no especificada y algunas clases en particular
incluyen varias categorías no especificadas”. Supongo que con el muy probable
objetivo de que ninguna conducta humana escape a la posibilidad de ser
diagnosticada, tratada y medicada.
Este abordaje permite a la “falsa ciencia”
prescindir de toda singularidad y borrar toda la subjetividad del individuo
sometiéndolo a un cuestionario “para todos”, en el que debe limitarse a hacer
cruces en casilleros, para luego pretender definir la generalización de su
padecimiento indicando por ejemplo: siempre, frecuentemente, a veces, nunca.
Cuestionario para cuya lectura no se requiere de sujeto alguno, ya que la puede
efectuar el propio programa del ordenador. El sujeto es transformado así en
objeto para ser diagnosticado, e incluso medicado, por otro objeto: el
ordenador. El objetivo de la “falsa ciencia” al servicio del poder es la
eliminación de la subjetividad. El sujeto es transformado en objeto destinado a
ser diagnosticado, clasificado y medicado por otro objeto.
Lisa Cosgrove, psicóloga de la Universidad de
Massachussets, y Sheldon Krimsky, profesor en la Universidad Tufts, realizaron
un estudio publicado bajo el título de Nexos Financieros entre los
Miembros del Panel del DSM-IV y la Industria Farmacéutica. El estudio reveló
que todos los “expertos” del panel sobre trastornos de la personalidad del DSM,
sin excepción alguna, estaban a sueldo de la industria farmacéutica. Y que
en 2003 la industria farmacéutica le había pagado a la revista de la American
Psychiatric Association 7,5 millones de dólares en concepto de publicidad, y
que esa cantidad había sido incrementada en un 22% hasta llegar a la suma de
9,1 millones de dólares en 2004 y en esa misma proporción se ha ido
incrementando hasta hoy día.
No existe un enfoque psicoanalítico del
TDA/TDAH por cuanto los psicoanalistas consideramos que ese diagnóstico carece
de seriedad, de existencia y de validez. Es un cómodo saco descriptivo en el
que caben todas las conductas habituales de cada uno de nosotros. En mi libro El
niño hiperactivo incluyo los cuestionarios más habituales que se utilizan
para establecer este diagnóstico y puede comprobarse que quien, por sus
respuestas, no pueda ser incluido por déficit de atención puede
entonces ser diagnosticado de hiperactivo. Esta posición psicoanalítica ha
provocado las campañas, pagadas por la industria farmacéutica, calificándonos a
nosotros de profesionales no acreditados y activistas antimedicación . Gran
parte de los psicoanalistas no nos sometemos a la inconsistencia de las rígidas
pautas del DSM-IV y en cambio intentamos escuchar la versión de los padres y el
discurso del niño y observamos sus formas de comportarse, a partir de lo cual
intentamos descifrar el porque el niño puede tener ciertas manifestaciones.
No consideramos válidas las clasificaciones y
etiquetas totalitarias masificadoras que pretenden imponernos la neurobiología,
la psiquiatría y las terapias cognitivo conductuales.
Según denuncia el British Medical Journal, la
publicación médica oficial británica, todos los procesos normales de la vida,
el nacimiento, el envejecimiento, la sexualidad, la infelicidad y la muerte
pueden someterse a permanente medicación (British Medical Journal nº 324.
Londres 2002). En inglés este fenómeno ha recibido el nombre de disease mongering que
en castellano podría traducirse como “tráfico de enfermedades”, la invención de
enfermedades inexistentes para ser medicadas con sustancias inocuas o aún peor,
nocivas El cansancio, el mal humor, la desgana, la falta de concentración, la
timidez, la inapetencia sexual, la impaciencia, las dificultades para
relacionarse con la gente, las crisis familiares y religiosas, internet, las
consolas, la play station pueden recibir una descripción terminológicamente
médica y ser diagnosticadas como enfermedades para las cuales hay indicación
del correspondiente fármaco. Este es el objetivo del DSM-IV y de uno
de sus inventos: el TDA/TDAH.
Es hora de profundizar y aumentar la denuncia
de estos fraudes y mentiras que incrementan desmesuradamente las ganancias de
la industria farmacéutica y sus cómplices a expensas de la salud, la vida y la
economía de la población en su conjunto. Lo hacen, por ejemplo, mediante la administración
y consumo masivo de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina,
para incrementar los niveles equilibrados de presencia activa de serotonina en
las sinapsis de las áreas neuronales implicadas. Los estudios e investigaciones
realizados indican que lo que determina naturalmente desde su inicio los
niveles equilibrados de presencia activa de serotonina es una infancia serena,
equilibrada, atendida y estimulada. Durante ese período el cerebro tiene
plasticidad. Las neuronas se conectan unas a otras en parte por influjo de la
serotonina. Su disminución incrementa los niveles de ansiedad, angustia o
estrés desde la infancia. Y también incrementa la posibilidad de que esta
angustia se exteriorice a través de todas las manifestaciones sintomáticas que
se pretenden suprimir luego artificialmente mediante esas drogas, como lo son Rubifén
(Ritalina), Concerta, Strattera, Intuniv, Medikinet y ahora también Prozac.
La falta de escrúpulos de muchos funcionarios
y de muchos médicos no tiene límites. El prospecto, que incluye el envase
de Rubifen, la Ritalina, confeccionado por el laboratorio que lo fabrica,
indica como posibles efectos secundarios: sequedad de boca, vértigo,
dolor de cabeza, insomnio, náuseas, nerviosismo, palpitaciones, reacciones
cutáneas y alteraciones de la presión arterial. Según algunos estudios, puede
llegar a producir la muerte súbita del niño. Un dechado de virtudes. El mismo
prospecto indica que no debe administrarse a niños menores de 6 años y advierte
a su vez de que su uso puede generar dependencia de tipo anfetamínico.
Está comprobado que el Prozac afecta
prácticamente todos los sistemas del organismo: nervioso, digestivo,
respiratorio, cardiovascular, músculos y huesos, urogenital, piel y apéndices.
Sus efectos secundarios incluyen sobre todo alteraciones de la visión,
palpitaciones, manía/hipomanía, temblores, síntomas gripales, arritmia
cardiaca, dolores de espalda, urticaria, sudores, náuseas, diarrea, dolores
abdominales y pérdida del deseo sexual. Entre sus efectos menos corrientes se
encuentran el comportamiento antisocial, visión doble, pérdidas de memoria,
cataratas o glaucoma, asma, artritis, osteoporosis, sangrado estomacal,
inflamación renal e impotencia, aunque muy rara vez también produce “sueños
anormales, agitación, convulsiones, delirios y euforia. Durante la retirada del
fármaco se requiere una cuidadosa supervisión, ya que se pueden descubrir casos
de depresión grave, así como los efectos del exceso de actividad crónica”. Hay
numerosos informes sobre casos de suicidio tras la retirada del fármaco (Journal
of The American Academy of Children & Adolescent Psychiatry, 1987;
26: 56-64).
El malestar del ser humano es señal de alarma
de su psiquismo de que hay algo de lo emocional que debe afrontar y resolver y
que se manifiesta como ansiedad, angustia, depresión y estrés, en sus
diferentes denominaciones, y es lo que provoca la disminución de la presencia
activa de serotonina, dopamina y noradrenalina que son reguladores de una
extensa gama de funciones psíquicas y orgánicas que influye en el sueño, en los
estados de ánimo, las emociones, los estados depresivos, todo tipo de
desequilibrios mentales, el funcionamiento vascular, el de las vísceras y los
músculos, la frecuencia del latido cardíaco y la secreción de hormonas, por
ejemplo la del crecimiento y las relacionadas con la sexualidad y con la
identidad sexual. La propuesta del psicoanálisis es dirigirse a las causas de
la ansiedad, angustia o estrés, lo cual permite que puedan volver a
restablecerse niveles normales de presencia activa de serotonina, dopamina y
noradrenalina. Intentar resolverlo recetando las mencionadas drogas equivale a
intentar eliminar el miedo con un inhibidor de adrenalina. Sería un auténtic
delirio. El diagnóstico del TDAH y medicar esta inventada enfermedad con
Rubifen, Concerta, Strattera, Intuniv, Medikinet o antidepresivos es también un
siniestro delirio.
A raíz de la aprobación del Prozac para la
infancia fui citado al Parlamento Europeo porque denuncié ante él a la Comisión
Europea, a su presidente José Manuel Durao Barroso y a la Agencia Europea del
Medicamento por corruptelas y falta de transparencia. La Comisión de Peticiones
del Parlamento Europeo abrió con mi denuncia un expediente y me recibió en el
Europarlamento en Bruselas en un careo con los representantes de la Comisión
Europea, tal como lo describo en mis libros Prozac y La vida medicada.
Mi lucha es también una lucha política cuyo
objetivo es fortalecer un movimiento ciudadano que pretende que no se drogue a
los niños con fluoxetina, ni con paroxetina, ni con metilfenidato, ni con
ninguna sustancia que pueda producirles más riesgos y más reacciones adversas
que beneficios comprobados. Nos queda el recurso de la desobediencia civil. La
crianza amorosa de los hijos, la estimulación temprana, la paciencia, la
actividad lúdica, el campo, el mar y la montaña, la luz del sol, la actividad
deportiva y la ingestión de alimentos sanos que estimulan la natural producción
de la serotonina, dopamina y noradrenalina indispensables para una buena
calidad de vida y para la formación de nuevas neuronas, con más eficacia que
con la ingestión de medicinas y sin ninguno de los graves síntomas adversos que
estos provocan. Debemos tener claridad que lo que necesitan nuestros hijos es
amor. Todo esto y más aún es lo que lo que he intentado transmitir publicando
mi libro El niño hiperactivo, déficit de atención y fracaso escolar.