Entrevista a Francesco Tonucci.
Francesco Tonucci (
Fano,
1941), también conocido por el seudónimo "
Frato", es un pensador,
psicopedagogo y dibujante
italiano.
Es autor de numerosos libros sobre el papel de los niños en el
ecosistema urbano y de artículos en revistas italianas y extranjeras.
67 años. Nací en Fano y vivo en Roma. Estoy casado y
tengo tres hijos y un nieto. Desde 1966 soy investigador del Instituto
de Ciencia y Tecnología de la Cognición del Consejo Nacional de
Investigación (
CNR) Italiano. La política debería ser un servicio a la comunidad y es un servicio para pequeños grupos. Soy católico y creyente.
¿Qué quieren los niños?
Los niños que participan en el proyecto La Ciudad de los Niños (en 100
ciudades italianas, españolas y argentinas) piden todos lo mismo en sus
reuniones con los alcaldes.
¿De qué se trata?
Espacio y autonomía. Tienen un gran conflicto con los coches
porque estos crean peligro y y el peligro impide su autonomía. Unos
niños italianos propusieron a un alcalde dividir el espacio: “Mitad para
que aparquen los coches, mitad para nosotros”.
Angelitos
Estoy luchando con los alcaldes para que abandonen esa costumbre de
construir parques para niños con columpios y toboganes. Los niños
necesitan espacios donde, dentro de un clima de control social, ellos
puedan hacen lo que quieran: pisar el césped, subirse a los árboles y
jugar con las lagartijas.
¿No les gustan los espacios para niños?
Los pequeños no quieren estar recluidos en su habitación para jugar, ni
en ludotecas, ni en todos esos espacios que construimos para que estén
controlados. Lo que hace un niño controlado por un adulto es distinto de
lo que hace solo. Están perdiendo esa posibilidad de vivir experiencias
solos y por tanto la posibilidad de jugar.
Parece grave
A nivel cognitivo es gravísimo, por eso los niños están proponiendo que la ciudad retome el espacio público, como público.
¿Reivindican la necesidad de jugar?
Sí. Un niño le espetó al alcalde de Roma: “Estaba jugando en la plaza y
un guardia me quitó la pelota”. Los niños tienen derecho a jugar en las
plazas públicas. ¿Con la pelota? Sí. En Lima vi un cartel que suscribo:
“Prohibido jugar a la pelota excepto niños”.
Plazas con pelotas y sin coches, ¿utópico?
Los niños deben poder jugar como quieran ellos. En el patio de casa, en
la acera, en los paseos…, porque éstos son espacios públicos. Debemos
invertir en cómo nuestras ciudades, no en una teórica, pueden
transformarse en lugares donde los niños puedan ser niños. Y los que más
me preocupan son los de tres a seis, porque les estamos robando la
autonomía, herramienta básica de futuro.
¿Cómo percibimos hoy a los niños?
Los adultos y por tanto los propios niños se perciben como una persona
que vale por lo que será mañana y no por lo que es hoy. Hoy educar
significa pedir a los niños que dejen de comportarse como niños y lo
hagan como adultos.
¿Cómo se soluciona?
Escuchando sus tonterías, porque cuando un niño dice una tontería es algo que no ha oído de sus padres ni de sus maestros.
Regáleme una tontería
El deseo de un niño: “Quiero una cancha de fútbol sin entrenador”.
Entiendo que los niños estén hartos de adultos. La diferencia entre un
niño de cinco años de hoy y yo cuando tenía su edad es que yo tenía
mucho tiempo sin adultos, por mi cuenta. Hoy la gran preocupación es
enseñarles todos los peligros.
Peligros que les cortan las alas
La soledad es la grave enfermedad de los niños que hoy viven en las
ciudades ricas. Familias de hijos únicos, sin compañeros dentro de su
propia casa y, debido al peligro ambiental, sin posibilidad de salir a
buscarlos.
Tienen a sus compañeros de escuela
Amigos institucionales, compañeros controlables. En mi infancia hacer un
amigo nuevo era un riesgo que requería capacidad de conocimiento de los
otros, y me parece un valor enorme. La dificultad que hoy tienen los
jóvenes de crear pareja estable se debe a que les faltó la experiencia
de crear relaciones que tuvieran que afrontar solos.
El riesgo asusta
El riesgo es una componente
esencial del desarrollo. Sería deseable que los niños encontraran sus
obstáculos en el momento útil, medir si pueden saltar un riachuelo o si
les compensa relacionarse con alguien.
Hay quien opina que ya tendrán tiempo.
Los pequeños pasan sus días frente a adultos instructores, les es
difícil hacer cosas raras. Así se va alimentando una necesidad de riesgo
acumulada que expresará con su primera moto y en las salidas nocturnas.
Interesante.
Los niños no son aspirantes suicidas, no buscan situaciones que no
puedan dominar porque se trata de jugar. A cambio de impedirles ese
juego exploratorio les damos protección y posibilidad de adquirir muchas
cosas. Se crea así una relación perversa entre un niño que quiere mucho
y un adulto que piensa que tiene que dar mucho para compensar lo que no
puede darle. Los regalitos continuos destruyen la capacidad de juego.
¿Qué consejo daría a los padres?
Dele a su hijo más autonomía, con normas de espacio, de tiempo y
sociales, y le sorprenderá cómo mejora la comunicación: correrá a
contarle lo que ha descubierto.
Debemos perder el miedo…
Así es. en tres municipios de Roma los niños de seis y siete años van
solos al colegio. Los padres y los tenderos controlan pero sin que los
niños lo sepan. Para ellos es un gran regalo, se sienten reconocidos y
se hacen más responsables. Y, curiosamente, esos barrios se vuelven más
seguros.